Dos joyeros

Juan Carlos Jiménez (1928) inició su aprendizaje como joyero en un taller de Ceuta para, a los veinticinco años, trasladarse a San Sebastián, instalándose en un piso de la calle Moraza, en donde desempeñó su profesión  hasta el año 1965. Durante años realizó joyas de todo tipo sobre pedido de los clientes que acudían a su taller, aunque en ocasiones y por la importancia del comprador, se desplazaba a su domicilio para recibir el encargo, lo que en algunos casos exigía interpretar los gustos del cliente y buscar los diseños más adecuados a las necesidades y posibilidades de cada uno.

A lo largo de estos años contó con  la ayuda y las enseñanzas de Luis Ortega, experto y veterano joyero donostiarra a, a quien consultaba con frecuencia buscando soluciones a los problemas que le surgían en el desempeño de su trabajo.

Recuerda que hacia 1960/1965 cobraba por la elaboración de una sortija, entre 3.000 y 4.000 pesetas, dependiendo del trabajo que requería.

El desempeño de su profesión le llevó a dominar una amplia gama de técnicas de trabajo, lo que exigía una notable habilidad manual y una gran vocación por la labor que desempeñaba, de forma que su propio trabajo llegó a constituir su afición. A partir de 1965 fue derivando hacia la elaboración de maquetas, principalmente de edificios y urbanizaciones, actividad que terminó siendo su más importante medio de vida, pues le reportaba mayores ingresos que la joyería y que desarrollaba con facilidad gracias a los conocimientos y habilidades adquiridos a lo largo de su actividad inicial.

La familia Basterra, es otro buen ejemplo. Martín Basterra (Galdakao 1935 ), tomó el primer contacto con la profesión a través de unos cursos formativos impartidos en el lugar de su residencia, para seguidamente continuar su aprendizaje  en un taller de joyería de Bilbao para posteriormente independizarse instalando su propio establecimiento en la misma ciudad, llegando a tener a su cargo hasta 20 oficiales.

Martin BasterraEl joyero Martín Basterra en su banco de trabajo. Sentado y rodeado de numerosas herramientas desarrolla su creatividad materializando sus propios diseños, para lo que utiliza distintas técnicas manuales. Foto J.M.I. 2002.

Sus hijos continuaron con la actividad familiar, aprendiéndolo en el taller de su padre, a donde acudían desde jóvenes después de la salida del colegio. Efectuaban inicialmente trabajos sencillos, que poco a poco fueron aumentando en dificultad y responsabilidad, a medida que dominaban la profesión.

Uno de ellos, también Martín Basterra (Bilbao, 1962), sigue desempeñando actualmente la profesión en su taller de la calle Marqués del Puerto de Bilbao, siendo un experimentado joyero que domina numerosas técnicas, abarcando todos los campos de la joyería, desde el diseño y el fundido hasta el acabado final. Asimismo mantine una relación muy estrecha y directa con sus clientes, a los que aconseja y orienta en sus decisiones, siendo un buen ejemplo de profesional que conoce y ama su oficio. Martín considera que el desempeño de su profesión “no cansa”, pues es continua la necesidad de crear nuevos diseños y de buscar las formas de elaborarlos, lo que constituye un reto que un joyero debe superar permanentemente.

chaponeraUna vez fundido el metal, debe colarse en una chaponera en el caso de desear obtener una plancha.