Los constructores entre los siglos XV y XIX

Alberto Santana en su excelente trabajo "Baserria"(1)nos describe con claridad cómo se concibieron las casas rurales vascas y como trabajaban los hombres que las construyeron desde el siglo XV al XIX. Según este cualificado historiador "todos los caseríos de Gipuzkoa fueron edificados por maestros carpinteros y canteros profesionales que trabajaban contratados por el propietario y auxiliados por una cuadrilla de oficiales y criados". Añade que "el dueño del caserío discutía con el maestro las características generales del edificio y la suma de dinero que estaba dispuesto a invertir, y frecuentemente colaboraba con su yunta de bueyes conduciendo a pie de obra parte de la piedra, madera o cal necesarios."

 Este sistema de trabajo se utilizó durante los siglos XVI y parte del XVII, siendo el maestro el que proyectaba la edificación y la construía. Sin embargo hacia 1650 comenzaron otros especialistas a concebir y decidir cómo debía de ser la nueva edificación, mientras profesionales distintos, canteros y carpinteros, eran quienes realizaban la ejecución material de la obra.

Los maestros diseñaban distintas soluciones tratando de adaptarlas a las necesidades del propietario pero siempre existía homogeneidad en los criterios utilizados.

Toda la estructura interior de postes, pisos y tejado, se realizaba con madera, para lo cual los carpinteros debían de seleccionar, comprar y cortar los árboles que se iban a utilizar (habitualmente de los montes concejiles) o bien, los aportaba el propietario, para posteriormente aserrarlos y trabajarlos con azuelas hasta convertirlos en vigas o tablas que debían de ser levantados y encajados en su ubicación.

También era necesario extraer grandes cantidades de piedra de algún lugar cercano utilizando solo herramientas manuales para seguidamente transportarlo a pie de obra y darle la forma precisa y colocarla en su ubicación. Asimismo se debía de obtener una cantidad importante de cal (utilizando los materiales adecuados y en hornos preparados al efecto). Con la argamasa (cal, arena y agua) se unían las piedras con las que se llevaba a cabo la construcción del caserío.

El herrero debía forjar a mano los numerosos clavos y herrajes necesarios, asimismo se precisaba fabricar (por otro especialista) seis o siete mil tejas cociéndolas en hornos. Según Alberto Santana, con todo ello, "se tendrá una visión aproximada de ingente caudal de energía humana que se invirtió para la primera generación de caseríos de Gipuzkoa".

CaseríoTradicional caserío vasco (Fototeka Kutxa).

Según el mismo autor la calidad que se exigía a estos artesanos era muy alta y con los medios existentes en la época el proceso de construcción debía de ser muy trabajoso, exigiendo un gran dominio del oficio a los artesanos como cabe deducir a la vista de los caseríos existentes.

El aprendizaje lo realizaban con maestros de obras experimentados y la trasmisión de técnicas y sobre todo de los diferentes estilos arquitectónicos que se incorporaban al modelo inicial del caserío, se posibilitaban por su participación en la construcción de iglesias y otros edificios nobles.

Los contratos de construcción, hasta mediados del siglo XVII, se hacían de palabra, pero a partir de esta fecha empezaron a realizarse ante el escribano. La construcción de un caserío podía durar hasta dos años y medio y suponía un desembolso cuantioso para el propietario. Los pagos se hacían en tres partes iguales. La primera al comenzar los trabajos, la segunda al colocar los tejados y la tercera se procuraba demorar todo lo posible, siendo frecuente el desembolso en especie (granos o animales).

Hacia finales del siglo XVIII aparecen los arquitectos titulados que proyectan grandes caseríos, siendo a finales del XIX cuando se construye la última generación de caseríos gipuzkoanos.

 

(1) Baserria. Alberto Santana. Bertan nº 4. Diputación Foral de Gipuzkoa. Departamento Cultura y Turismo. 1993.