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Gipuzkoa ejemplar

Artículo de opinión del portavoz foral Imanol Lasa publicado en 'El Diario Vasco' (13-3-2016)

13/03/2016

La apuesta por la ética y la ejemplaridad en las instituciones públicas tiene ya un largo recorrido. Los países occidentales más avanzados en materia de buena gobernanza, liderados en su día por las políticas de integridad de la OCDE, vienen desde hace años haciendo un esfuerzo ímprobo para reforzar sus infraestructuras éticas, con el fin de generar una cultura de probidad, prevenir la corrupción o las conductas públicas no adecuadas, así como blindar esa institución invisible que es la confianza de la ciudadanía. Un legado importante que nunca debemos dejar de lado porque, una vez roto, cuesta mucho reconstruir.

Las instituciones vascas, a diferencia de las estatales, vienen también dando pasos importantes en esa dirección. El primero fue el Código Ético y de Conducta de los altos cargos adoptado por el Gobierno Vasco, cuyo funcionamiento puede ser calificado hasta la fecha de satisfactorio, referenciado ya como ejemplo de buenas prácticas en numerosos foros. A esa experiencia han seguido otras, como la del Ayuntamiento de Bilbao, el impulso inicial a esta propuesta que llevó a cabo EUDEL, y la que recientemente hemos presentado: la aprobación de un Sistema de Integridad Institucional y un Código de Conducta y Buena Gobernanza por parte de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

Las políticas de integridad impulsadas en Euskadi por los poderes públicos no han sido nunca reactivas, sino preventivas. No en vano, la Comisión Europea, en diferentes estudios realizados en 2012 y en 2014, ha situado a Euskadi como la primera Comunidad Autónoma en términos de Calidad Institucional. Y uno de los indicadores importantes de ese análisis era, precisamente la integridad institucional. No debería sorprender a nadie; la probidad en el manejo de los asuntos públicos forma parte de nuestra forma de ser como pueblo. Es más, valores como la honestidad, la seriedad, la solidaridad y el trabajo están profundamente enraizados en la idiosincrasia de Gipuzkoa. Somos más de hacer que de decir, y valoramos especialmente al que predica con el ejemplo

En esa línea, el aprobado por la Diputación no es un modelo que pretenda reaccionar frente a la multiplicación de escándalos, ya que, entre nosotros, no existe tal tendencia, sino de una actuación pública responsable que persigue llevar a cabo una política en clave positiva, partiendo de una conducta pública intachable de los cargos públicos, directivos y empleados públicos forales, con la mirada siempre puesta en crear un entorno de Gobernanza Ética que legitime a las instituciones forales a ojos de la ciudadanía. Nuestro objetivo es construir una Gipuzkoa ejemplar, lema que debe abarcar todas las instituciones y entidades públicas del Territorio. Y hemos comenzado esa tarea por “casa”: la Diputación. 

La puesta en marcha de este Sistema representa la primera experiencia de este tipo en todo el Estado. Es cierto que el Código del Gobierno Vasco sentó las bases, inspirado sin duda en las propuestas de la OCDE y de otros modelos comparados. A este instrumento ético le debemos mucho. Pero en la Diputación hemos querido ir un paso más allá. No conseguiremos una administración foral ejemplar predicando solo tal valor de los cargos públicos forales, sino también de todos los empleados públicos, así como de los concesionarios, contratistas y de cualquier entidad pública de ese denso y extenso tejido asociativo guipuzcoano que perciba recursos públicos de la administración foral. Nos jugamos mucho en este reto. Este es, por lo demás, el planteamiento de la OCDE y este es, asimismo, el enfoque del Consejo de Europa. Y en esa línea, pionera, estamos trabajando.

Asimismo, a los Valores y Principios recogidos en nuestro Código de Conducta y de Buena Gobernanza se les anudan, respectivamente, Normas de Conducta, de contenido ético, y Normas de Actuación, directivas de ejercicio de una buena gestión con principios como la transparencia, datos abiertos, compromiso social, desburocratización, etcétera. Se trata de un planteamiento singular, hasta ahora no transitado en otros códigos elaborados por distintas instituciones, pues por lo común los códigos que hemos analizado mezclan a nuestro juicio de forma poco sistemática ambas dimensiones -Ética y Buen Gobierno-, que tienen diferente alcance.

La opción por un Sistema de Integridad Institucional se plasma, en el caso de los cargos públicos forales, en la construcción de un modelo que impulsa el fomento de la cultura ética, la prevención de malas prácticas y establece canales oportunos para que se susciten y resuelvan los dilemas éticos, se puedan vehicular las quejas o denuncias, así como se establezca un órgano de garantía -la Comisión de Ética- que dé respuestas correctas y cabales a todas esas inquietudes. Entre otros, se eliminan las tarjetas de crédito, se limita el uso de vehículos oficiales a actos institucionales, y se impone un registro de comidas, viajes y gastos protocolarios.

Sin embargo, hemos procurado ir un poco más lejos. La Comisión de Ética de la Diputación dispondrá de una mayoría de expertos externos frente a los componentes de la casa, –algo insólito en los modelos de nuestro entorno inmediato-. 3 externos frente a 2 internos. Y siendo esto importante para garantizar un funcionamiento independiente, no lo es menos que las resoluciones o acuerdos que adopte la comisión se recogerán en unas guías aplicativas que servirán de punto de referencia para resolver dilemas relacionados con la ética o los conflictos de interés. Para ello nos hemos basado en los modelos anglosajones, punteros esta materia.

Pero no hay que caer en la autocomplacencia. Hemos dado un importante paso, aunque también modesto. La lucha por la integridad es un proceso continuo, constante. Comienza un día, pero no tiene fin. No queremos vender la ética como si fuera cosmética, simple maquillaje o artificio, sino abrir un proceso de mejora ética permanente, basado en la práctica cotidiana de todos los y las que formamos parte de la Diputación. Internalizar esos valores, pues realmente de eso se trata. Es un reto que asumimos con firmeza y nos comprometemos a hacerlo efectivo. Siempre los vascos –y particularmente los guipuzcoanos- hemos actuado con responsabilidad y con valores sólidos en todas las actividades profesionales en las que nos hemos sumergido, y así debe seguir siendo. También en el sector público. 

  

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