Guarnicioneros

El hombre, desde tiempo inmemorial, se valió de las pieles de los animales para su protección, que mejoró sustancialmente cuando descubrió un procedimiento, el curtido, para transformarlas en cuero. Con el transcurso de los años aumentó su utilización para atender variadas y múltiples necesidades, entre otras, vestido y calzado, medios de conservación y transporte de líquidos, arneses para las caballerías y correas utilizadas en la transmisión del movimiento. Más recientemente, prendas para los trabajadores de la industria y la fabricación de artículos diversos, como carteras, bolsos, cinturones o maletas.

Esta gran diversidad de aplicaciones del cuero, dio lugar a la especialización de los artesanos encargados de su transformación en los productos demandados en cada época, como los zapateros, boteros, marroquineros o tafileteros y, los alabarteros y guarnicioneros. Estos oficios tuvieron una gran importancia en el pasado, como lo recuerdan nuestros mayores y ha quedado reflejado en la toponimia de algunos lugares y en los nombres de plazas y calles, así como barrios de no pocas poblaciones.

Gabriel Imbulruzqueta (Panorama Artesanos II. Gobierno de Navarra), refiriéndose a 1987, cita como unos ejemplos elegidos entre los últimos artesanos del sector en Navarra, a José Joaquín Iso, de Sangüesa; Feliciano Vélez, de Puente la Reina; Florentino Ibarra, de Labayen; Francisco Luquin y Melchor Vicente Labat, de Estella; Enrique Olalla, en Tafalla; Jamar, en Huarte Pamplona; Vicente Rodriguez, en Corella; y los pamploneses Alvarez, De las Heras y Biurrun. Por su parte, Juan Garmendia Larrañaga (Obras Completas, Pag. 510/514), da cuenta de una ilustrativa visita a Bernabé Contín, guarnicionero en Isaba.

Posiblemente, el oficio más representativo de la artesanía del cuero, por la variedad de destrezas y herramientas que requiere, sea el de los guarnicioneros, trabajadores especializados en la fabricación de variados objetos de cuero, destinados principalmente a facilitar la labranza llevada a cabo con caballerías y las sillas para montar equinos. Con frecuencia, comercializaban lo que producían.

La creciente mecanización de la agricultura a partir de la década de los años sesenta del siglo pasado, supuso un fortísimo golpe para estos artesanos, que vieron cómo "mulas mecánicas" y tractores, sustituían a las caballerías, haciendo innecesarios los productos que fabricaban, lo que les obligó, en unos casos, a abandonar la profesión y encontrar otras alternativas y en otros, utilizando parte de las tecnologías que dominaban, a dedicarse a las reparaciones y la producción de otros artículos en ocasiones de regalo.

En todo este proceso se ha perdido una gran parte de los artesanos guarnicioneros, que desempeñaban un oficio que requería notables cualidades profesionales y una gran experiencia. El futuro tampoco es favorable, pues los jóvenes, por razones obvias, no acceden a esta actividad.