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La conciliación, un reto generacional

Miren Elgarresta, Directora del Órgano para la Igualdad de Mujeres y Hombres de la Diputación Foral de Gipuzkoa

04/07/2017

Todavía hoy es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, como dijo hace años Albert Einstein. Un prejuicio implica opinar y defender como válida una opinión que no cuenta con conocimiento cabal ni razón der ser. Así, a pesar de los muchos avances que hemos experimentado en todos los ámbitos, hay prejuicios de fondo enraizados en nuestra manera de organizar la sociedad: los espacios públicos y privados o la separación entre los ámbitos productivo (el mundo del trabajo, principalmente) y reproductivo (todo lo relacionado con el cuidado de la familia en su sentido más amplio) son excelentes ejemplos.

 

Los prejuicios son resistentes al cambio, y los estereotipos que se construyen sobre ellos (a través de la publicidad, los medios de comunicación, la cultura o el deporte, entre otros) los naturalizan. Pero, ¿Podemos incluso permitirnos seguir padeciendo las consecuencias de la pervivencia de estos estereotipos? Creo que no, y lo creo porque cuando leemos con mirada crítica las consecuencias del profundo cambio que estamos viviendo, vemos que debemos actuar rápidamente antes de alcanzar un punto de no retorno, y lo vemos con claridad. La conciliación corresponsable es una cuestión importante y urgente, y lo es cada vez más.

 

Por un lado, nos enfrentamos a una crisis demográfica de pronóstico incierto. Hemos logrado aumentar de forma espectacular la calidad de vida; vivimos más tiempo y lo hacemos en mejores condiciones. Formamos parte de la región del mundo que contará con la mayor proporción mundial de personas con más de 60 años en 2050. De acuerdo con la “Estrategia Vasca de Envejecimiento activo 2015-2020”, en 15 años casi un tercio de la población vasca habrá superado los 65 años, y para 2026, en Gipuzkoa habrá 7.000 personas más mayores de 80 años. Nos encontramos ante un gran reto colectivo. A la vez que hemos conseguido mejorar la calidad de vida, no hemos sido capaces de remover los obstáculos estructurales que nos han traído hasta la tasa de natalidad más baja de nuestra historia. No hemos acertado con la forma de desintegrar ni los prejuicios ni los mecanismos sociales, empresariales y culturales que los soportan.

 

Por otro lado, en la búsqueda de un modelo de generación de riqueza equilibrado y sostenible, estamos asistiendo a la emergencia de una nueva economía. Una economía que exige una aportación de talento mayor y dotarnos de nuevos modelos de gestión, basados en las personas, en sus expectativas y necesidades; ambas cambiantes a lo largo de la vida. 

 

En un entorno económico como el nuestro, fuertemente vinculado a las oportunidades que genera la industria, el fomento de la igualdad y la promoción de la conciliación corresponsable son factores de competitividad, ya que permiten incidir de forma positiva tanto en la esfera privada (mayor empleabilidad y acceso a carrera profesional de calidad para las mujeres), como en la colectiva (mayor aprovechamiento empresarial de todo el talento disponible). 

Desde hace varias décadas, las sociedades más avanzadas vienen alertando sobre la necesidad -hoy ya urgente- de asegurar un equilibro real entre la vida profesional, familiar y personal; una cuestión que penaliza especialmente a las mujeres. La mayor conciencia sobre las desigualdades de género, junto con la incorporación masiva de las mujeres a la vida pública y específicamente al mundo laboral, han ido allanando el terreno para una toma de posición inaplazable ya. Las profundas transformaciones que están ocurriendo en los planos social y económico nos obligan a pensar en clave de futuro y nos interpelan para trabajar en la generación de un nuevo modelo que permita convivir de forma equilibrada con las funciones sociales y económicas que las personas desempeñamos.

 

Esta semana hemos presentado el Primer Plan Foral de Conciliación Corresponsable, un plan ampliamente participado en su elaboración, que nace de una visión ambiciosa: queremos que Gipuzkoa sea un territorio líder en el impulso de la conciliación corresponsable, que ofrece a su ciudadanía la posibilidad de desarrollar una trayectoria vital completa. Enmarcado en Etorkizuna Eraikiz, contiene una visión de futuro y la desarrolla de forma innovadora: el empoderamiento económico de las mujeres es un desafío crítico para construir un modelo de sociedad basado en los derechos sociales, individuales y colectivos. Y además de un derecho, es fundamental para la supervivencia.

 

Adoptar este enfoque es imprescindible para seguir acompañando el desarrollo personal, social, económico y político del territorio, y no está exento de dificultades. Exige, sin duda, el trabajo conjunto de Instituciones, agentes económicos y sociales y ciudadanía en general. Algunas voces hablan ya, de hecho, de un “nuevo pacto social”, ya que el desafío consiste en modificar las estructuras sociales para reorganizar aspectos básicos de la convivencia, y hacerlo, además, de forma compartida entre mujeres y hombres, con la participación activa de todas las partes implicadas en la promoción de esa igualdad efectiva.

 

Por su carácter transversal, y por su incidencia clave a la hora de facilitar el tránsito hacia un modelo social más humano, cohesionador y coherente con las aspiraciones de hombres y mujeres, la conciliación corresponsable es el reto generacional que nos llevará a una Gipuzkoa más competitiva y sostenible.

  

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