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La sonrisa de María Teresa

Tanto la aventura de la Librería Lagun como la propia trayectoria vital e intelectual de Maria Teresa Castells, representan como pocas esta mirada política, plural e integradora de la cultura por la que debemos seguir trabajando

Tanto la aventura de la Librería Lagun como la propia trayectoria vital e intelectual de Maria Teresa Castells, representan como pocas esta mirada política, plural e integradora de la cultura por la que debemos seguir trabajando. Una cultura impregnada de valores democráticos, con memoria, capaz de ayudarnos a transformar las realidades no deseadas.

A estas alturas, transcurrida una semana desde el fallecimiento de María Teresa Castells, resulta difícil decir algo nuevo y que no haya sido expresado, seguramente de forma más brillante, por el mundo de la cultura y sus muchos amigos. Y, sin embargo, como Diputado de Cultura, como representante institucional, creo que tengo el deber y la obligación de hacerlo porque el País Vasco y especialmente Gipuzkoa y San Sebastián tienen una deuda y estaría bien, por una vez, no ser desagradecidos.

María Teresa reunía todos los requisitos para haber llevado una vida apacible y sin sobresaltos. Hija del Notario Miguel Castells, inteligente y bien preparada, podía haber optado por centrarse exclusivamente en sus objetivos personales y profesionales. Pero, desde su optimismo y con una sonrisa, eligió complicarse la vida y dar la batalla por lo que consideraba justo, por cambiar la sociedad gris del franquismo y conseguir un país más justo y más libre. Conseguido el objetivo, pudo haber elegido también un perfil discreto, frente a la izquierda abertzale y ETA, y contemporizar con los que, otra vez  en nombre de la patria, atacaban la vida y la libertad. También en esta ocasión, eligió el camino más difícil o el más sencillo, según se mire; el de hacer lo que había que hacer, el de mantener el compromiso con la libertad, el de llamar a las cosas por su nombre. En definitiva, el camino de la honestidad y, aunque sea una palabra en desuso, el de la decencia.

Me contaba estos días Luis, el hermano de María Teresa, que ella se encargó durante muchos años de organizar la comida del día de Reyes, convocando a todos los miembros de la familia -en sentido extenso-, y los agasajaba con roscones y demás delicias. A todos ellos les aguardaba un regalo: un libro escogido por ella según las características, las apetencias o inquietudes de cada cual. El detalle no sólo era el libro -me dice Luis Castells-, que lo era en todo caso como objeto simbólico y declaración de intenciones, sino el trabajo que se había tomado en pensar en lo que a todos y cada uno de los hermanos, hijos, cuñados, sobrinos y demás parentela, podía gustar. Así era María Teresa.

María Teresa tuvo su centro de operaciones en la Librería Lagun, desde la que desplegó toda su actividad y en la que acogía, siempre con su sonrisa, a todos aquellos que deseaban hablar de libros, curiosear, intercambiar ideas o, simplemente, conocer una recomendación literaria, basada en sus muchas lecturas o en las de su socio y amigo, Ignacio Latierro. A todos los que pasamos y seguimos pasando por Lagun, nos acogía con cariño y nos hacía sentir en casa. Era, como dijo en una ocasión el escritor Fernando Aranburu, el alma del nido. En los cincuenta años al frente de la librería, como es de sobra conocido, hubo momentos muy difíciles como los ataques que les obligaron a abandonar la Plaza de la Constitución o el atentado que sufrió a manos de ETA su marido y compañero, José Ramón Recalde. Nada le hizo dar un paso atrás y gracias a ello tenemos en San Sebastián una auténtica institución cultural como Lagun, que va a cumplir 50 años y sigue realizando una labor imprescindible.

Los 50 años de trayectoria de la librería Lagun representan antes que nada un hermoso y complejo mosaico que bien puede emplearse para comprender nuestra reciente historia. Por eso, y porque esta Diputación trabaja por una Cultura impregnada de valores democráticos, con memoria, capaz de ayudarnos a transformar las realidades no deseadas, vamos a tributar en la primavera de 2018 un merecido homenaje en el que el tejido cultural pueda mostrar el respeto y el cariño por una de las iniciativas más comprometidas con este país. Lamentablemente este es un reconocimiento que llegará tarde para Maria Teresa, pues debió celebrarse durante 2016, año en el que San Sebastián ostentó la capitalidad cultural europea bajo el lema de ‘Cultura para la convivencia’. Tanto la aventura de Lagun como la propia trayectoria vital e intelectual de Maria Teresa, representan como pocas esta mirada política, plural e integradora de la cultura. Quiero creer que llegará el día en que hagamos una auténtica revisión crítica de lo sucedido durante los años del plomo, y a la vez adquiramos plena conciencia de los riesgos de una memoria mutilada o fragmentada, pero esa es otra historia.

María Teresa, como la librería Lagun, no necesitó de grandes instituciones, cargos u otro tipo de distinciones y honores. Sus convicciones, su actitud personal y su trabajo fueron ingredientes más que suficientes para dejarnos un magnífico legado. Su vida nos enseña que la verdadera cultura se hace desde el conocimiento que, cuando es auténtico y profundo, implica honestidad, sencillez, sentido del humor, tolerancia, cariño por las personas y por las ideas, virtudes todas ellas que María Teresa concentró en su sonrisa. Por haber dado ese testimonio en los momentos más difíciles y por esa magnífica herencia que Lagun representa para la cultura y la libertad, gracias en nombre de todos. Mila esker María Teresa, bihotzez. Agur eta ohore.

  

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