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Encendiendo luces en la memoria

Una exposición en Koldo Mitxelena Kulturunea para, desde el arte y las conversaciones, recordar el pasado y honrar a las víctimas.

12/02/2018

Febrero acostumbra a ser un mes frío y húmedo en Gipuzkoa. Un frío que durante años caló no sólo en los huesos, si no también en el alma. Tanatorios, manifestaciones, funerales... el ritual de la muerte y del dolor se recrudecía en los meses de invierno, como una condena inevitable que parecía no tener fin. ETA asestaba golpes letales con la frecuencia y método necesarios para mantener a toda una sociedad paralizada. Paralizada por el frío helador que causaba el miedo, fin último del terrorismo de todo cariz. Secuestros, disparos en la nuca, bombas lapa, chantajes y hostigamientos ad hominem se sucedían con el macabro aliño de comunicados periódicos donde la banda terrorista dotaba de relato a su acción criminal. La socialización del dolor, la estigmatización del adversario como enemigo del pueblo, la verborrea libertadora, todo aquello y mucho más fuimos capaces de aguantar año tras año, invierno tras invierno.

Pero el tiempo siempre otorga perspectiva, y acostumbra a poner las cosas en su sitio. El tiempo pasa lento, como lenta es a veces la Justicia, pero tiempo y Justicia se han encargado de situar aquella pesadilla en el rincón de la vergüenza donde siempre debió estar. En el transcurso de este tiempo, los fenómenos terroristas han proliferado por el Mundo provocando la reacción de gobiernos y de una opinión pública global que está contribuyendo a desmitificar cualquier intento de dotar de épica a acciones que sólo esconden fanatismo y desprecio por la vida. Tanto, que ahora a nuestros jóvenes les resulta irreal que en nuestro país, en esta democracia en la que han nacido y de la que disfrutan con la naturalidad de quien cuenta con el oxígeno para respirar, hayamos padecido toda esta pesadilla prácticamente hasta anteayer.

En la presente legislatura foral, la prioridad política que estamos concediendo a la cultura de valores se traduce, entre otros objetivos, en tratar de enfatizar la capacidad transformadora que albergan las artes a la hora de despertar conciencias y la capacidad crítica de los ciudadanos. La cultura y la educación, son una vez más la palanca para recuperar valores y promover un cambio a largo plazo al que no podemos renunciar si queremos sembrar futuras generaciones sensibilizadas e inquietas en la defensa de los derechos humanos y la tolerancia. Las artes provocan reflexión al tiempo que apelan a los sentimientos, y en toda tarea de sensibilización se requiere activar ambos hemisferios, el racional y el emocional, para realmente desencadenar un cambio de perspectiva.

En los últimos años se han producido algunos reconocimientos políticos sobre la insuficiente cobertura institucional que durante décadas han merecido en Euskadi las víctimas de la violencia de ETA. Sin embargo, me atrevería a decir que esa carencia ha sido especialmente acusada en Gipuzkoa, donde la banda terrorista presenta un triste récord criminal al haber segado más de 300 vidas durante este medio siglo, desde el Guardia Civil José Antonio Pardines hasta el empresario Ignacio Uria. Esta Diputación quiere con el proyecto Luces en la Memoria, honrar a las víctimas del terrorismo cualquiera que sea su condición y origen, enfatizando su pertenencia a la raza humana, y decir alto y claro que les echamos de menos y que todos y todas ellas eran de los nuestros. Nunca debieron ser despojadas de su derecho más preciado, el de la vida. Y nunca debimos permitir que se cultivaran con semejante descaro la persecución ideológica, el odio y sectarismo que sirvieron para justificar la eliminación del diferente. Todo aquello nos enfermó como sociedad, una lacra con la que convivimos mientras gozábamos de unos estándares de vida elevados, y presumíamos de calidad en los servicios públicos, renta per cápita y capacidad exportadora.

Hoy el centro cultural Koldo Mitxelena abre sus puertas y enciende en su sala de exhibiciones las luces de la memoria. Lo hacemos con una sobrecogedora exposicion artística y documental, con un amplio programa de charlas y mesas redondas; lo hacemos en colaboración con las asociaciones y fundaciones que trabajan en el ámbito de la reparación a las víctimas, lo hacemos con el concurso de escritores, filósofos, artistas, académicos y, por su puesto, víctimas del terrorismo y la violencia. Lo hacemos con la ayuda inestimable de la Fundación Memorial Víctimas del Terrorismo dependiente del Gobierno de España y el Instituto Gogora dependiente del Gobierno Vasco, una colaboración inédita hasta la fecha que ojalá prenda de cara al futuro. Estamos sinceramente agradecidos a todos ellos por su contribución al proyecto.

Por último, este alegato ético carecerá de sentido si no es secundado por la sociedad en su conjunto. Por eso, y porque gozamos ahora de las condiciones políticas propicias para disfrutar de una armonía social que durante años nos faltó, este es un buen momento para dedicar una tarde a mirar de frente a nuestras sombras más alargadas. Quien más quien menos reconoce que los guipuzcoanos no somos dados a exteriorizar nuestros sentimientos. Pues bien, esta es sin duda una preciosa oportunidad para hacer en Gipuzkoa la catarsis pendiente. Acudir al Koldo Mitxelena a revivir y reflexionar sobre todas estas cuestiones es la mejor manera de hacer memoria y construir la convivencia. No falten a la cita.

 

 

 

 

  

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