Energías renovables y nuevo modelo energético

Nos encontramos en un contexto -social, político, legislativo, económico…- de final de modelo energético muy ruidoso y desorientador; una situación de crisis en la que se da una mezcla infinita de intereses de todo tipo en la que cuesta mucho distinguir, aislar y combinar aquellos criterios que han de guiar los verdaderos intereses públicos y sociales. En medio de todo, empezamos a percibir con claridad que no vale cualquier modelo de explotación de energías renovables o cualquier planteamiento de generación distribuida, que la idea de autoabastecimiento puede ser muy diferente según quién la aborde y que puede incluir también proyectos que no nos harán más independientes, que no todos los servicios energéticos que se le ofrecen al sector público o privado aseguran sus intereses de una forma neutral y que conviene ir dando los pasos que resuelvan esta cuestión de una manera que asegure los intereses de la ciudadanía. La energía es un bien básico sobre el que los poderes públicos han perdido buena parte del control, habiendo quedado este recurso en manos del gran mercado global. Es necesario dar los pasos necesarios para revertir esta situación. Hay que propiciar la transición a un modelo con mayor capacidad de decisión y co-responsabilidad.

La dependencia energética hacia el exterior es de un 96% a nivel de la CAPV y se sitúa en más de un 99% en muchas comarcas de Gipuzkoa. La consecuencia directa es una situación de vulnerabilidad colectiva en la que la economía se tambalea por las fluctuaciones del precio de la energía y parte de la ciudadanía tiene serios problemas para satisfacer sus necesidades energéticas básicas.

El Departamento de Medio Ambiente y Obras Hidráulicas está promoviendo un modelo energético basado en el ahorro (reducir el consumo de energía), en la eficiencia energética (producir igual con menor consumo de energía) y en la generación distribuida de energía a partir de fuentes renovables en instalaciones individuales o colectivas localizadas en puntos cercanos a su consumo, de dimensión local –comarcal y bien integradas desde el punto de vista de impacto ambiental y con modelos de negocio cercanos a la economía local y con una distribución equitativa de rendimientos, es decir, modelos que aseguren la participación pública y colectiva además de la privada en sus rendimientos. Se trata de reducir la factura energética en términos de reducción del consumo de energía, del gasto económico y de las toneladas de CO2 que emitimos. Se trata de satisfacer la demanda de bienes y servicios en materia de energía de los guipuzcoanos y guipuzcoanas.

Sin embargo, la coyuntura legal existente –nada favorecedora de la generación de energía en base a renovables para autoconsumo/autoabastecimiento- y los costes asociados a la mejora de la eficiencia y, en general, para esta transición de modelo nos tienen tan paralizados, que no estamos reparando debidamente en que es esa misma coyuntura la que nos está produciendo una enorme pérdida de oportunidades y rendimientos propios y que está redundando cada vez más en el empobrecimiento de los hogares, de nuestras instituciones públicas, de la inmensa mayoría del tejido empresarial y comercial propio, así como en cuanto a las oportunidades de generar empleo estable y de calidad.

Conviene reparar en la importancia estratégica que supone la existencia de un tejido empresarial, industrial, comercial, consultor, formativo, investigador, etc. (incluyendo en este tejido las cooperativas energéticas sin ánimo de lucro, comercializadoras y generadoras), que pueden y deben reorientarse a la satisfación de bienes y servicios energéticos que ya está demandando la población, pero no en un escenario de mantenimiento de su ignorancia y pasividad, sino a través de un escenario radicalmente opuesto: el de una población compuesta por un consumidor consciente, con criterio y activo; en generación, en distribución, en comercialización, en financiación, en decisión. El negocio de la energía ha de volverse un negocio conocido y compartido por toda la sociedad.

En síntesis, se trata de hacer un trasvase ordenado del gasto descontrolado que tenemos en unos servicios energéticos (de generación, distribución y comercialización) completamente deslocalizados que nos han colocado en una situación crítica y totalmente ajena a nuestro control, a favor de un conjunto de inversiones y gastos en bienes y servicios energéticos que hay que definir conjuntamente y cuya demanda hemos de satisfacer en todo lo posible por medios propios.

Esta profunda transformación implica descubrir cuáles son nuestras fortalezas y debilidades y nuestras amenazas y oportunidades en materia energética. Aprender a incluir en el esquema todo lo que importa, a interactuar entre comunidades, a aplicar visión territorial y a buscar complicidad y sinergias, a encontrar nuestra estrategia hacia la reducción de la dependencia energética.

En esta acción transformadora es fundamental el papel de las energías renovables, para cuya aplicación sostenible al territorio de Gipuzkoa el Departamento de Medio Ambiente y Obras Hidráulicas quiere diseñar modelos ad hoc.