Atrás Los derechos de la infancia y la adolescencia, más importantes que nunca
24/11/2020
El pasado 20 de noviembre se celebró el Día Internacional del Convenio sobre los Derechos de la Infancia y, a iniciativa de la Dirección de Juventud de la Diputación Foral de Gipuzkoa, se organizaron dos sesiones de trabajo el 19 de noviembre, en horario de mañana y tarde. En ella intervino Lourdes Gaitán Muñoz, Socióloga y Trabajadora Social: en la sesión matinal, sobre la intervención en el ámbito de la promoción de la infancia y la adolescencia, y en la sesión de tarde, sobre la protección de los derechos de la infancia y la adolescencia en la era del COVID.
Lourdes es Doctora en Sociología y Diplomada en Trabajo Social. Es miembro fundador de la Red Europea de Master en Derechos de la Infancia, así como del RG Sociología de la Infancia de la European Sociological Association. Ha desempeñado diversos cargos y su vida laboral se ha desarrollado entre la docencia y la función pública.
El 20 de noviembre se conmemoran los aniversarios de la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 y de la adopción por la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Convención sobre los Derechos del Niño, en 1989. Ambos documentos jurídicos internacionales revisten la mayor importancia, como expresión del compromiso de las naciones del mundo con el respeto a la dignidad de todos los seres humanos en las primeras etapas del ciclo de la vida. Los países que han suscrito la Convención (todos los del mundo menos uno) se comprometen a garantizar que los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes se cumplan y se apliquen en los respectivos estados. Este compromiso entre partes representa lo más destacado para mí, por las obligaciones por las que vincula a las administraciones con los intereses de los niños.
La forma de pensar en niños y niñas ante la pandemia ha sido la forma dominante de su representación social: seres dependientes, vulnerables y sin criterio propio. Su voz, expresando sus verdaderos intereses, y su contribución a la hora de afrontar colectivamente esta amenaza global, han estado ausentes, y el derecho más vulnerado ha sido el de opinión.
La falta de recursos que se ha detectado, no solo se refiere a la desigual disposición de medios entre los propios niños, sino a la falta de recursos en los centros educativos y así mismo del profesorado. Ambos arrastran un retraso en la incorporación de tecnologías y métodos propios del siglo XXI, que quizá tengan un empuje acelerado a partir de ahora, como consecuencia, precisamente, de haberlos tenido que incorporar para contrarrestar los efectos de la pandemia. Desde la educación no formal, veo una función esencial en esta situación extraordinaria, que es la de ayudar a mantener los lazos amistoso-afectivos entre los niños y las niñas y reforzar sus capacidades de afrontar las complejas situaciones que, tanto a ellos y ellas, como a las personas adultas, nos están afectando.
Sin duda se trata de un acontecimiento extraordinario que quedará inscrito en su biografía. Un acontecimiento, que, al tener un carácter universal, será una experiencia común a toda una generación de las ahora niñas o niños, que tendrán que lidiar con sus consecuencias… como han hecho otras generaciones con otros sucesos de fuerte impacto.
También podríamos hablar de su resiliencia, que es esa capacidad para afrontar la adversidad, sobreponerse y recuperarse de sus secuelas e incluso salir fortalecidos después de haber pasado por experiencias traumáticas. De hecho, los primeros estudios sobre la resiliencia se basaron en la observación de los comportamientos de algunos niños y algunas niñas que han sufrido experiencias de vida particularmente difíciles. La investigación ha demostrado que la resiliencia es una capacidad que no puede asociarse en absoluto con la mayor edad, ni con una pretendida madurez de la persona, ya que ha sido observada incluso en niños y niñas de corta edad, poniendo de manifiesto la posibilidad real que tienen de ser y actuar como personas capaces, incluso en las situaciones más difíciles y desde las edades más tempranas.
Nació con la intención de promover la sociología de la infancia que se apoya en dos paradigmas principales: que la infancia es una parte permanente y estable de toda estructura social y que los niños y niñas son actores sociales. Se trata de un enfoque necesario para comprender la infancia y las vidas de los niños, que no sustituye, sino completa el conocimiento ofrecido por otras disciplinas sociales.
Aunque el conocimiento se encuentre fraccionado, la intervención social debe ser global, integral. Esto hace necesario la concurrencia de distintas especialidades. La dimensión aplicada del trabajo de GSIA está orientada por la sensibilización, difusión y formación en materia de los derechos de los niños, las niñas y adolescentes, o, dicho de otro modo, los derechos de los seres humanos en la infancia y en la adolescencia. Aquí está el punto de confluencia de lo interdisciplinar en nuestro caso.
Tengo dos formaciones de base y he ejercido dos profesiones y, en realidad, la una (el trabajo social) me llevó a la otra (la sociología). Fue la insatisfacción con las respuestas que me ofrecían las herramientas de intervención, concretamente en el área de la protección, las que me llevaron a buscar las causas estructurales de la posición subordinada de los niños y las niñas en la sociedad.
Síguenos en...