Información histórica

El aprovechamiento del agua como fuerza energética se remonta en este lugar a la Edad Media, período en el que se documenta la existencia de la ferrería de Agorria. Esta instalación, perteneciente al señorío de Laurgain, se cerró y abandonó el año 1530. Mantuvo, sin embargo, un molino en funcionamiento, al que se uniría otro más en el siglo XVIII. Estos molinos permanecieron en uso hasta 1754, fecha en la que Joaquín de Lardizabal, su propietario, inició la construcción de un complejo hidráulico de nueva planta destinado a compaginar la metalurgia y la molienda.

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Francisco de Ibero, uno de los arquitectos más renombrados del país, se hizo cargo del proyecto. Diseñó un sistema revolucionario destinado a aprovechar al máximo los escasos recursos hídricos de la cuenca. A la amplia red de canales, con casi 2 km. de extensión, se añaden en su plan aspectos como la doble antepara (depósitos de agua) para el suministro de agua a las ruedas motrices, lo que constituye una gran novedad en el panorama del momento.

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La antepara superior se abastece de las regatas Giltzariturri y Mendi Erreka, mediante canales que discurren por la parte alta del complejo. Desde este depósito cae el agua sobre la rueda de los fuelles, de modo que estos puedan insuflar el aire necesario en el horno y garantizar las altas temperaturas necesarias para la fundición. La antepara inferior obtiene el agua mediante canales situados más abajo y que proceden de los arroyos ya mencionados, contando además con un embalse al que también llegan las aguas de la regata Mateosui a través del correspondiente canal. La mayor capacidad de esta segunda antepara se explica por la existencia de dos saltos de agua en la misma, el primero destinado a hacer funcionar un molino de maíz, y el segundo el martillo con el que se trabajaba la agoa o masa de hierro llena de impurezas, y que finalmente se transformaba en un tocho de buen metal, listo para su transformación en instrumentos de todo tipo.

Además, la antepara inferior reutilizaba las aguas que ponían en marcha la rueda de los fuelles. El horno estaba situado en un punto central del taller, separado de los fuelles por el muro “bergamazo”, y frente a él, en el otro extremo, se colocaba el martillo, facilitándose de esta manera el trabajo del hierro.

El mineral procedía fundamentalmente de Bizkaia y llegaba por vía marítima hasta Orio en “pataches benaqueros”. Dos de estos fueron recuperados mediante una intervención arqueológica de la ría de Orio, incluida su carga. El carbón se elaboraba en los montes de las cercanías, con madera procedente sobre todo de los árboles trasmochos. Las noticias sobre los resultados del proyecto de Ibero son muy confusas, lo que hace sospechar que semejante inversión fracasara, señalándose como una de las causas las referidas a problemas de diseño. Más tarde se instaló una sierra también hidráulica y finalmente se construyó un molino al pie de la ferrería, aprovechando el agua sobrante.

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