Los cerrajeros

Es destacable la persistencia de costumbres gremiales incluso el primer tercio de este siglo, en que en nuestra empresa más significativa seguían trabajando los maestros oficiales cerrajeros con equipos que libremente formaban y a los que frecuentemente se integraban familiares con los medios productivos y las piezas facilitadas por la Unión Cerrajera, percibiendo el grupo por su tarea un tanto pactado previamente en reales, generalmente por cada docena de cerraduras montadas, siendo también frecuente el trabajo domiciliario.

Las jornadas laborales eran las propias de la época y hacia 1930 un aprendiz ganaba del orden de siete reales al día. Iniciaba el aprendizaje a los catorce años y habitualmente a los dieciocho ascendía de categoría, siguiendo las prácticas gremiales del pasado. Sin embargo, en la misma época un pinche de edad similar percibía unos 9 reales al día, pasando a los 18 años a la categoría de peón especialista. La industrialización supuso la desaparición de estas prácticas de trabajo y la pérdida de su carácter artesanal.

El cerrajero, en general, ha sido un profesional socialmente bien considerado en cuya actividad han influido la fabricación en serie y la presencia de la gran empresa. Estos dos factores, además de los distintos conocimientos profesionales necesarios, los diferencia claramente de nuestros armeros.

En la medida que la fabricación respondía a un oficio artesanal, tuvo una gran importancia profesional, pero esta circunstancia prácticamente ha desaparecido como consecuencia de que la producción en serie ha hecho más convencional y técnica cada una de las fases de preparación de piezas, su montaje, su tratamiento y su control.

 

Nota: Manifestamos nuestro agradecimiento a José Ma Uranga por las valiosas informaciones y documentación gráfica que nos ha facilitado.