Los trabajadores

Ya desde su inicio a mediados del siglo XIX, las mujeres eran una parte importante de la plantilla de las industrias textiles bergaresas. Las labores de cardería, urdido y tejeduría estaban asignadas exclusivamente a ellas, posiblemente por la exigencia de una mayor habilidad manual.

También los niños en la sección de tejeduría, y niñas en la de hilatura, eran un grupo a destacar. En 1892, en la empresa que hoy es la Algodonera de San Antonio, de un total de 265 trabajadores, 40 eran menores en edad escolar, que con frecuencia trabajaban media jornada dedicando la otra media  a la asistencia a la escuela. En ocasiones, el numero de mujeres, mas niños y niñas empleados llegó a ser superior al de hombres.

Para la obtención de los colores y tonalidades deseadas, la elaboración de las mezclas de tintes era fundamental. Desde su fundación, la Fábrica de Hilados y Tejidos de Vergara, dio mucha importancia a la preparación de los tintes necesarios, contando con laboratorios bien montados dirigidos por un químico, en los que se efectuaban análisis y preparación de los colores.

Plantilla de Algodonera de San AntonioPlantilla de Algodonera de San Antonio en 1898. El Mundo Azul de Tavex. José E. Perallon y José Luis López.

A lo largo del siglo XIX, en sus primeras décadas de funcionamiento la carencia de mano de obra especializada y de técnicos textiles en Bergara debía ser notoria, por lo que se buscaban en el extranjero.

Hacia 1860, al parecer una gran parte de los técnicos de las secciones de estampación y tintorería, "químicos, grabadores, contramaestres de tintorería, encargados de perrotinas e impresión", eran extranjeros, “por no haberlos hallado en el país”, no así en la hilatura y tejeduría, en los que todos eran de origen local.

Más tarde, hacia 1890, de nuevo se busca técnicos y “rollistas” catalanes para la sección de estampación, pues se “precisa personal especializado que no existe en el País”, manifestando la dirección de la empresa que “los naturales no estaban muy preparados para esta funciones”. Al parecer la plantilla no era conflictiva, y sí bien dispuesta al trabajo, pero su formación textil escasa.

Los tintes se elaboraban en la "cocina de colores", en calderas calentadas con vapor. A lo largo de las dos últimas décadas del siglo XIX, la tintorería seguía a cargo de un químico, y algunas otras fábricas que se fueron instalando posteriormente, también disponían de este técnico cualificado. En otras empresas, y a lo largo del siglo XX, eran los encargados de la tintorería los que disponían de fórmulas escritas a las que se había llegado por experiencia, asesorados por los fabricantes de tintes y que se guardaban celosamente. Éstos daban las instrucciones precisas a un trabajador, quien los preparaba en un balde. Si las cantidades de los componentes no estaban bien dosificadas, las tonalidades no eran iguales, lo que se apreciaba colocando una pieza de tela junto a otra.

Plantilla de Algodonera de San AntonioPlantilla de Algodonera de San Antonio en 1898. El Mundo Azul de Tavex. José E. Perallon y José Luis López.

La característica tonalidad del "azul de Vergara", en sus dos versiones: mahon y azulina, difícil de imitar, hizo que se pensara que su secreto estaba en las características de las aguas utilizadas, opinión no justificada.

Más bien podía deberse a la temprana disposición de químicos y laboratorios en las primeras empresas textiles bergaresas y posteriormente al oficio y bien hacer de los trabajadores que se formaban en ellas.

A pesar de la importancia de la industria textil en Bergara, no hubo ningún tipo de formación profesional sobre el ramo, a excepción de la Escuela de Grabado, que el Ayuntamiento creó en 1905, con objeto de cubrir las necesidades de profesionales en la estampación de tejidos, y otras enseñanzas que se dieron en la Escuela Elemental en años posteriores a la Guerra Civil.

A lo largo de todo el siglo XX, las mujeres seguían siendo una parte importante de la plantilla de las fábricas textiles, sobre todo en la sección de tejeduría.

Hacia los años 1940/1950, cada una atendía un telar, y además de cuidar la correcta marcha de la máquina, debían detenerla cuando se producía la rotura de cualquier hilo, volviendo a unir los extremos manualmente, con el nudo de tejedora.

Así mismo, una vez terminada de tejer una bobina, con más de 2.000 ó 2.500 hilos de urdimbre, y después de colocada otra, sustituyéndola, debían anudar todos los extremos de una y otra, uno a uno, a mano, labor que efectuaban en no más de dos horas y media.

En la misma época, eran hombres, el mayordomo, primer responsable de la sección, que dependía directamente de la dirección; el encargado; los varios contramaestres cuya función era poner a punto las máquinas, y sus ayudantes, cuatro por cada contramaestre; y el encolador, cuya función era mantener a punto la cola, elaborada con fécula de patata como componente básico y cuya fórmula se guardaba en secreto, con la que se impregnaba el hilo o las fajas, según los casos, antes de ser tejidos y que además debían controlar el grado de humedad tras el proceso de secado, manteniéndolo en un término medio, lo que detectaba tocando con sus dedos el hilo a la salida del tambor caliente que efectuaba esta función.

En la sección de tintorería todos los trabajadores eran hombres, tanto el encargado como los trabajadores, uno por cada instalación o cuba, éstos debían atender su buena marcha, cambiar los rodillos y las bobinas cuando era preciso y evitar que se formaran pliegues en el tejido.

El mayordomo y los encargados aprendían el oficio de su predecesor, viéndole trabajar, y aumentaban sus conocimientos con la práctica durante años. Con frecuencia, habían comenzado su trabajo en la empresa desde muy jóvenes y los responsables iban seleccionándolos y promocionándolos por su capacidad de aprender.

TrabajadoresLa industria textil ocupaba abundante mano de obra. Pueden contarse en la fotografía, también anterior a 1914, mas de cuarenta trabajadores. (Album geográfico descriptivo del País Vascongado).