Los contratos

Cuando la obra era importante los trabajos se realizaban mediante contrato, que se firmaba en la población a donde iban destinadas las rejas. El maestro aceptaba la traza (diseño) presentada por el cliente y se estipulaban el precio (a tantos reales la libra de reja), la fecha de entrega, la colocación en su ubicación y las condiciones de pago.

Generalmente el rejero percibía una parte del importe al firmar el contrato, otra cuando tuviera una parte de la obra realizada y el resto, al terminar totalmente su labor. Asimismo debía presentar fiadores o avalistas que respondieran por él en el caso de no cumplir las condiciones pactadas.

El transporte de las rejas se efectuaba en carretas, desplazándose posteriormente a pie el maestro y los oficiales que tenían que montarlas, lo que frecuentemente les ocupaba varios meses.

En el contrato aceptado por Bartolomé de Elorza en 1703, para realizar la reja de la pila bautismal de la capilla de la Parroquia de Azpeitia, se establece que los balaustres y las pillastras debían ser construidas conforme un perfil que le había sido entregado por Juan de Apezteguia y que percibiría real y medio de vellón por libra de peso de la reja. De la misma forma por las figuras de plantas, adornos y por la cornisa, que eran de chapa, se establecía un precio de 46 maravedíes la libra. La obra tenía que concluirse para el último día del mes de enero de 1704.

Una vez tomadas las medidas de la ubicación, cobraría los primeros 2000 reales de plata, al finalizar la obra otros 1400 y la cantidad restante, para el día de San Fermín de 1705.

La parroquia pagaría el salario del cantero encargado de abrir los agujeros donde sujetar la reja.

En otro contrato firmado por Antonio Elorza en 1730, para realizar la reja del coro de la Catedral de Segovia, se establecía que debía hacerse según diseño e instrucciones dadas por Gabriel de Esquivel, disponiendo de un plazo de dos años para fabricar las rejas y entregarlas en Vitoria, para que desde allí fueran transportadas a su punto de destino.

Elorza debía de trasladarse a Segovia con sus oficiales para asentar las rejas en su ubicación, corriendo con todos los gastos de desplazmaiento y estancia.

La obra a realizar debía de ser considerable, pues Elorza a su vez, subcontrata parte del trabajo a José Iturriaga, también rejero de Elgoibar.

Asimismo los rejeros establecían contratos para abastecerse de los materiales necesarios, como los realizados por el mismo Elorza con Antonio Oliden, ferrón de Elgoibar, quien debía suministrarle 50 quintales de hierro a 62 reales el quintal, o con Ignacio Arriola, quien debía proveerle de 80 cargas de carbón de castaño a 18,50 reales el carro.

Algunos fueron hombres polifacéticos como Gregorio de Aguirre que en 1734 dejó su oficio de maestro arquitecto, para atender las fraguas de su suegro "trabajando en ellas, haciendo viajes y ausencias largas, para conseguir trabajo". También destacó como maestro armero inventando instrumentos para cortar el hierro y limar cañones.

Estos maestros forjadores tenían sus fraguas instaladas en su mayor parte, en el arrabal de la villa, con toda la herramienta necesaria, tanto para hacer herraje, balconería y rejas, como para forjar cañones y construir relojes, transmitiendo los conocimientos a sus hijos y a los aprendices que tomaban a su cargo, para aprender el oficio.