Un modo de vida penoso

A pesar de la dureza del trabajo de los conocidos como "mendiko langileak" posiblemente era menos soportable el prolongado aislamiento de hasta de 287 días al año "sin salir del bosque" y sin prácticamente ninguna conexión con el exterior, salvo la esporádica visita de algún pastor francés o de los guardas que les acompañaban dos o tres días. También se carteaban con sus familias o novias utilizando como mensajeros hasta Aoiz a los rancheros.

La alimentación de los leñadores era muy repetitiva y sorprendentemente insuficiente. El desayuno se limitaba a leche y pan que se hacía en el monte o se traía de Isaba, y sólo a partir de los años cincuenta se añadió chocolate. Los más veteranos que trabajaron "basuan" los años treinta, recuerdan que les daban "artopilla" una variedad de talo que al unirse entre sí durante el transporte o el almacenaje formaba una masa compacta difícilmente digerible.

El almuerzo en el campo hacia las 7 u 8 de la mañana consistía en habas grandes "con poca sustancia", siendo las pequeñas la excepción ("del mismo saco se cogían para los "machos" y para nosotros"). La comida hacia las 13/14 horas y la cena (en la txabola) a las 21/22 se repetían los mismos alimentos que en el almuerzo. Los domingos se retrasaba el almuerzo una hora y bastante más la comida que además consistía en ajo arriero, destinando la tarde al lavado de ropa y en ocasiones a buscar setas con las que acompañar algún guiso que se preparaban en grupos para cenar.

Ramon LatasaRamón Latasa que fue leñador antes que aitzkolari en la Plaza de la Trinidad de San Sebastián el 26 de Marzo de 1967.

Para las comidas los trabajadores se agrupaban por razones de amistad dentro de cada cuadrilla, utilizándose una fuente común ("cuando llovía el contenido de la fuente nunca se acababa"), siendo la cuchara propiedad de cada trabajador que la guardaba atada a su bota de vino. El contratista entregaba a cada uno como un litro por día, debiendo abonarse si se consumía una cantidad mayor. A partir de 1.955 mejoró la alimentación, apareciendo las lentejas, alubias e incluso la carne.

El equipo encargado de la comida lo formaban el ranchero y un pinche (un joven de 15/17 años) que realizaba las tareas auxiliares (recoger leña, limpieza, incluido la de los cacharros, aprovisionamiento de agua, etc.), así como llevar las comidas a los lugares de trabajo. Ambos eran contratados por el empleador.

La vestimenta habitual se componía de camisa y pantalones "de tela de Vergara", un jersey y borceguíes (botas de cuero abiertas por delante que se sujetaban con cordones, y clavos en las suelas) y la espaldera de piel completa de cabra (Valle de Salazar) o de oveja (Baztan) que se colocaba sobre la espalda, pasando cada uno de los extremos correspondientes a las patas traseras del animal por los hombros y sujetándolo por medio de dos tiras de cuero cruzados sobre el pecho y que cubría hasta más abajo de la cintura. El sombrero dirigía el agua de la lluvia sobre la espaldera evitando que le entrara al trabajador por la espalda.

Esta prenda desempeñaba un papel fundamental para protegerse de la frecuente lluvia, en muchas ocasiones torrencial, aunque no evitaba que el leñador se empapara por delante. Sirva como ejemplo de solidaridad e importancia el gesto de uno de los hermanos Latasa al quitarse y abandonar la espaldera al comprobar en un frío y muy lluvioso día de invierno, que sus otros dos hermanos no disponían de la misma.