Leñadores comarcales

Estos leñadores se diferenciaban de los navarros a los que anteriormente nos hemos referido, en que realizaban el trabajo mucho más próximos a su domicilio habitual y en mejores condiciones, aunque también difíciles en comparación con los habituales en la época de nuestra industria. En muchos casos simultaneaban esta actividad, que pudiera considerarse como principal, con la de carboneros.

No todos actuaban de la misma manera. En unos casos una cuadrilla llegaba a un acuerdo con el propietario de un determinado bosque para la tala de árboles (hayas, robles, pinos o encinas) y el sacarlos a un determinado camino, por lo que se convenía un precio por m3, o metro de tablón obtenido. Una variante era la compensación menor por el producto obtenido pero "mantenidos". En otras ocasiones los leñadores se comprometían a trabajar en su especialidad a cambio de una retribución pactada.

En todos los casos la jornada comenzaba al amanecer "egun sentían" y terminaba avanzada la tarde "se trabajaba mientras había luz". En ocasiones si el lugar de la corta se encontraba relativamente próximo a un caserío dormían "zapaixan", pero generalmente tenían que hacerlo en txabolas de monte, llegando también a tener que construirlas.

La alimentación se componía de alubia negra, tocino, pan (que llegaba a ser muy duro) y vino. Avanzados los años cincuenta, también alubias rojas y sopa de ajo. Habitualmente un leñador era el encargado de su preparación.

La madera se transportaba por los ríos mediante almadíasLa madera se transportaba por los ríos mediante almadías, si bien las hayas eran muy "pesadas". Esta práctica se ha convertido actualmente en una demostración deportiva (Foto Julián Azcue).

Las hachas de 4 kg. ("napar aizkora") y de dos, eran los herramientas fundamentales para el corte de raíces y ramas, igualar la vuelta y en general trabajos ligeros preparatorios para el derribo del árbol, para lo que se utilizaba las tronzadoras.

Martin Aguirre, nacido en 1915, en Iciar (Andutzene), el noveno de 10 hermanos y que empezó "mendiko lanetan" con quince años recuerda la dureza del oficio a lo que contribuían las condiciones climatológicas. A pesar de todo no quiso acceder a los oficios industriales, aunque tuvo oportunidades hasta que la demanda de leñadores se redujo fuertemente avanzados los años 50.