Una história de adaptaciones constantes

En Roma los calígrafos, que utilizaban únicamente el latín, llegaron a formar corporación, pudiendo asistir a diferentes ceremonias y seguían, en importancia, a los oficiales ecuestres. En la Edad Media el arte caligráfico recibió un gran impulso con la fundación de la biblioteca de Constantinopla, reproduciendo los copistas, sobre todo, los Libros Sagrados, cánones de los concilios, crónicas y leyendas. La contribución de las órdenes religiosas fue importante. La de San Benito, por ejemplo imponía en sus estatutos o reglas la ocupación en la copia de libros. Igualmente los canónigos de algunas catedrales transcribieron obras literarias sobre todo de antiguos clásicos.

Su lugar de trabajo era el scriptorium, un local aislado de ruidos, sin calefacción en el que se copiaban, decoraban y encuadernaban los manuscritos. Cada copista disponía de un asiento y un pupitre y el útil de la escritura era la pluma de oca, cortada según el tipo de grafía que se desease obtener.

Hasta finales del siglo XII, en nuestro entorno, la iglesia había tenido el monopolio en materia de enseñanza y los escribas laicos se limitaban a colaborar con los monjes en la edición de libros de lujo a iniciativa de los nobles, sobre todo misales, y clérigos que demandaban manuales de teología.

LaminaLámina realizada por Jesús Paton.

Pero es a partir de la creación de los estudios generales, las actuales universidades laicas, desde el inicio del siglo XIII,cuando los copistas vieron incrementarse la demanda de textos autorizados. Además aparecieron tratados de filosofía, lógica, matemáticas o astronomía y aumento el número de nuevos autores.

Dante empezó a escribir en su lengua materna, con lo que sus obras llegaron a un público más amplio. La burguesía tenía por primera vez acceso a la literatura y a la edición. La nueva demanda de libros trajo consigo la proliferación de talleres en los que los escribas ofrecían sus servicios.

Los aspirantes a copistas, tanto laicos como religiosos, comenzaban por realizar los trabajos más sencillos, como el trazado de las líneas o la preparación de los colores. Se estimaba que para la formación de un calígrafo profesional eran necesarios al menos, siete años de aprendizaje, el último de los cuales se dedicaba, en parte, a la elaboración de una obra de arte, que una vez acabada era sometida al dictamen del maestro artesano experto. El aprendiz obtenía el título de escriba independiente y se le concedía el derecho a instalarse por su cuenta, aunque siempre lejos del maestro para evitar la competencia.

El desarrollo de la edición manuscrita se vio acompañado, lógicamente, de la evolución de los caracteres. La sustitución de la letra carolingia de los primeros manuscritos por la llamada escritura gótica, obedeció tanto a razones de tipo práctico, como a culturales. Más tarde en los siglos XIV y XV, cuando en la cultura italiana empieza a manifestarse el Renacimiento, aparecerá una nueva escritura conocida como humanística, cuyos caracteres serán más redondos y menos esbeltos que los góticos que trataba de desplazar.

La invención de la imprenta, casi a mediados del siglo XV, supuso la transición gradual de los medios de reproducción vigentes a los cada vez más mecanizados lo que afectó muy negativamente en los copistas. Pero en contra de lo que podía esperarse, los calígrafos que acentuaron el contenido artístico de sus escritos, mantuvieron su importancia. Los más destacados autores consideran que es en el siglo XVI cuando se inició el arte caligráfico favorecido por la Reforma y el gran resurgimiento intelectual que se deriva del Renacimiento.

En el siglo XVI en Francia para ser maestro escribano era necesario cumplir determinadas condiciones (entre otras haber cumplido 16 años y construir la obra maestra) y una vez superadas las pruebas pagar casi 400 libras que se distribuían principalmente entre la comunidad, el rey, el síndico y el dean, los examinadores y el hospital general con algunas excepciones como los hijos de los maestros.

Un edicto de 1691 clasificaba las corporaciones francesas, situando a los escribanos en la segunda clase junto a armeros, guarnicionaros, espaderos y relojeros entre otros. Setenta y cinco años más tarde, en 1766, al establecerse en París la duración del aprendizaje de los distintos oficios (3, 4, 5 o 6 años) para los escribas se decía “nada de aprendizaje ni de compañerismo. Simple experiencia”.

Los siglos siguientes los calígrafos siguieron ocupando un lugar destacado con la escritura y las copias artísticas, conservándose en los archivos y bibliotecas magníficas obras de arte desde protocolos e inscripciones hasta escritos de carácter religioso.

Pero el avance de las técnicas de reproducción mecanizada acabaron por afectar también a estos artesanos y artistas hasta llegar a la situación actual en que realizan trabajos específicos de recuperación de documentos del pasado o copias para la propia satisfacción o con fines decorativos.

LaminasLáminas realizada por Jesús Paton.