CARBONEROS

Uno de los carboneros más conocidos es Pedro Roque Antúnez nacido en Cedillo (Cáceres) en 1927. Trabajó en distintos cometidos para, en 1.955 desplazarse a Bizkaia, donde prestó sus servicios en la Cantera Uriein de Ortuella, dedicada a la explotación de piedra caliza, donde cargaba vagones, para poco después de un año, pasar a la empresa minera Franco-Belga donde ocupó diversos puestos de trabajo desde los cambios de vagones en  los tranvías aéreos, hasta el de galguero, entre otros, ocupándose en la sustitución de los que por diversas razones, no acudían al trabajo. En esta compañía estuvo 30 años, hasta su jubilación en 1985, cuando tenía 59 años.

Los cinco últimos años de su vida laboral fue carbonero, los cuatro primeros con un compañero y el último ocupándose el solo del trabajo en la parte alta del horno de calcinación. Se trataba de un puesto de trabajo que no lo deseaba ningún trabajador.

Las tareas

El carbonero, situado en la parte superior del horno, como ya hemos adelantado, recibía el carbonato y el carbón en baldes, que llegaban por un tranvía aéreo. Por cada 8 tns. se echaban 30/40 kilos de carbón, en capas, alternando carbón y carbonato. Mientras se producía esta operación era necesario mantener el proceso añadiendo sucesivamente paladas de carbonato y carbón. Cuando el boquillero iba extrayendo lo calcinado, vertía los citados carbonato o carbón levantándose una gran humareda que despedía gases nocivos para la salud del trabajador, que la careta protectora que le entregaba la empresa trataba de amortiguar. Incluso el buzo nuevo que le entregaba la compañía cada seis meses, en cumplimiento de la legalidad  vigente se deterioraba (de hecho se quemaba) rápidamente.

En los trabajos mineros como el de los barrenadores era frecuente que la retribución fuera a prima o destajo, sin embargo, en el de los carboneros se tenía en cuenta el sueldo base y la prima por el ahorro de combustible, a repartir a partes iguales con el boquillero y los “puntos”, todo lo cual en 1986 podía llegar a unos 3.800 pesetas al mes. Los horarios eran los habituales en la minería. Algunos trabajadores llevaban la comida al lugar de trabajo, en otros casos habitualmente sus mujeres se lo llevaban al mediodía. La empresa facilitaba un lugar para su calentamiento.