Los riesgos del oficio

En algunas ocasiones el tren alcanzaba una velocidad excesiva de tal forma que no era posible frenarlo. En estos casos a los galgueros no les quedaba otra opción que mantenerse en sus puestos bien agarrados esperando  llegar al llano sin que descarrilara, para allí poder controlarlo.

En caso contrario debían saltar en  marcha. Desiderio Bueso que trabajó como galguero desde 1955 a 1959 en el ferrocarril de Galdames y desde esta última fecha hasta su cierre, en 1969, como jefe de báscula, recuerda haber tenido que saltar varias veces ante un inminente descarrilamiento, afortunadamente sin sufrir daños físicos mayores.

De la misma forma, no era infrecuente que estos trabajadores cayeran del tren en marcha al efectuar su trabajo colgados al borde de los vagones o al saltar de uno a otro, pudiendo en la mayoría de los casos, volver a subir, dada la reducida velocidad a la que circulaba, aunque también se recuerdan los casos de algunos trabajadores accidentados y que habían perdido una de sus piernas seccionadas por las ruedas de los vagones.