Secretarias y su entorno

La revolución industrial, iniciada a mediados del siglo XIX, trajo numerosos cambios sustanciales en la actividad económica, entre otros, un gran desarrollo de los medios de transporte y la consolidación de las grandes empresas existentes así como la generación de otras nuevas, sobre todo industriales. En este contexto crecieron de forma importante los trabajos administrativos que se desarrollaban en departamentos específicos conocidos como oficinas.

Su expansión en el ámbito supranacional fue destacable sobre todo en el último tercio de aquel siglo, con oficinas como las internacionales de trabajo, sindicatos, o repúblicas americanas y en el ámbito doméstico los servicios al público de las distintas administraciones, entre otros. Casi lo mismo puede decirse de las de carácter militar.

Grupo de secretariasGrupo de secretarias.

A los que trabajan en las oficinas, desempeñando una gran variedad de tareas, se les conoce como oficinistas, llegando con el transcurso de los años a formar un grupo definido de empleados con ventajas laborales comparativas en relación con los trabajadores de los talleres. A modo de ejemplo cabe señalar que las reglamentaciones laborales de la época señalaban que para "paliar los rigores del verano se establecía la jornada reducida y continuada" que paradójicamente solo afectaba a los empleados.

En la empresa privada el número de oficinistas ha guardado relación con el tamaño y clase de actividad, con mucho mayor presencia en banca y seguros que en las industrias transformadoras de los metales.

Teniendo en cuenta la información que manejaban estos trabajadores, en su contratación ha sido importante la confianza que infundían los candidatos al empresario, siendo frecuente el empleo de familiares y las recomendaciones.

Inicialmente fue un trabajo exclusivamente masculino y solo cuando las guerras europeas requirieron la presencia de los hombres en el frente accedieron las mujeres a las oficinas. A nivel español, con algunas excepciones, la incorporación fue todavía más tardía. En ambos casos, al ser la retribución femenina menor y desempeñar bien el trabajo, ya no fue posible la vuelta a la situación inicial.

Hasta los años sesenta e incluso setenta del siglo XX, los oficinistas, sobre todo los hombres, era frecuente que completasen su retribución "llevando la contabilidad" o realizando diversos trabajos administrativos en pequeñas empresas o comercios. En no pocos talleres de reducido tamaño, la mujer del empresario "llevaba los papeles".

Las oficinas estaban protegidas con paredes o cristales traslúcidos y solo podía hablarse con los oficinistas por una ventanilla de reducidas dimensiones.