Relojes de sol

Están basados en el cambio permanente de la posición del sol con respecto a la tierra y en consecuencia de la sombra que proyecta cualquier objeto que permanezca fijo. Son frecuentes en nuestro País adosados a fachadas de edificios públicos (Iglesias, Ayuntamientos, etc.) y a palacios y construcciones más o menos monumentales del pasado. Su origen en la mayoría de los casos es anterior al de los relojes mecánicos con los que con frecuencia comparten ubicación.

Básicamente consisten en una placa de piedra situada en una fachada colocada horizontal o verticalmente, con unos radios marcados sobre ella, correspondientes a cada una de las horas y que divergen de un punto central, en el que se halla inserta en un orificio y fijada con pomo fundido una varilla de hierro formando un ángulo determinado con la placa. La sombra proyectada por la varilla sobre la piedra indica la hora.

Reloj de solReloj de sol vertical de San Severino. Balmaseda.

Se construyeron relojes horizontales y verticales principalmente orientados hacia el sur, aunque también hacia otras posiciones o sobre piedras angulares con las horas inscritas en cada una de las caras, como en la torre de Alzola de Elgoibar, en la que el reloj está pintado sobre una de las esquinas del edificio con parte en una fachada y el resto en otra.

Cada reloj debía ser construido específicamente para el lugar en el que iba a ser colocado, pues aunque de ejecución material sencilla las principales características, como el ángulo de separación entre los distintos radios que marcan cada una de las hojas y su posición, así como la de la varilla de hierro y su ángulo, son variables para las distintas ubicaciones dependiendo de la latitud del lugar y de la orientación de la fachada sobre la que se instalan que solo pueden determinarse a partir de complejos cálculos matemáticos. Se publicaron numerosas tablas informativas que proporcionaban los datos necesarios en función del lugar deseado para el reloj, como el “Libro de los Reloges solares”, compuesto por el clérigo Pedro Roiz, “discípulo del maestro Hieronymo Muñez” divulgado en 1575.

Los estudios necesarios para su diseño fueron desarrollados a partir del año 1000, por matemáticos y astrónomos árabes, extendiéndose por Europa de Renacimiento, a partir del siglo XV. La generalización de los relojes solares, sirvió para la divulgación del conocimiento de la hora. Todavía a finales del siglo XIX , se utilizaban como referencia para poner en hora los relojes mecánicos, que por las técnicas de construcción utilizadas en la época, eran muy inexactos y precisaban frecuentes correcciones.

Algunos constructores colocaban a ojo la varilla de los relojes de sol verticales, de forma que visualmente apuntara, lo más exactamente posible, a la estrella polar (que indica el Norte), lo que se explica porque la dirección de esta varilla debe de ser siempre paralela al eje de la tierra.

No se conocen nombres de constructores de estos relojes, ni de los artesanos especializados. Su diseño parece haber sido, sobre todo, un trabajo de conocedores de las matemáticas y de la geometría, tales como agrimensores y arquitectos, así como de expertos maestros de obras, quienes marcarían las plantillas necesarias para su construcción en cada ubicación y con las que algún cantero cuidadoso, tallaría la placa de piedra y un herrero colocaría la varilla de hierro.