Los relojeros vascos

En nuestro País, con un gran número de artesanos que dominaban el trabajo de transformación del hierro el proceso fue similar y existieron importantes forjadores de rejas artísticas y armeros que destacaron también por su actividad como maestros relojeros.

Luis Maria Ezenarro Osoro (1) relata como la familia de los Marigorta herreros y forjadores elgoibarreses se dedicaron durante tres generaciones entre mediados del siglo XVI y XVII a la construcción de relojes, apareciendo reiteradamente nombrados en los contratos que suscribieron unas veces como maestros relojeros y otras como rejeros.

Padre, hijo y nietos fueron importantes forjadores de rejas artísticas para iglesias, catedrales y casas nobles, así como hábiles fabricantes y reparadores de relojes, trabajos que realizaban en su fragua instalada en el “arrabal de la villa de Elgoibar”, donde forjaban también cañones para armas de fuego portátiles. Asimismo construyeron relojes para iglesias y concejos, como el instalado en Estella en 1580, en la Parroquia de Olaso de Elgoibar en 1564 o el colocado sobre un muro de la misma villa en 1587, fue presupuestado en 90 ducados, constando de dos esferas, una hacia el interior de la población y otra hacia el exterior, seis ruedas dentadas y un peso total de seis quintales (unos 280 kg.), incluido el armazón para las campanas.

Reloj de la Ermita de Santa EngraciaReloj de la Ermita de Santa Engracia en Zestoa, construido por Yeregui Hermanos en 1914. (cedida por Antxón Aguirre Sorondo).

Entre los trabajos de esta familia de artesanos destaca también el realizado en 1613 para el Colegio de la Compañía de Jesús de Bilbao, que “había de ser bueno, fuerte y firme, dar los cuartos y de la traza y modelo de cuartos del que está en Bergara, aunque algo mayor y mejor”.

Por las descripciones y condiciones de algunos de los contratos firmados para su construcción y por las técnicas de la época, estos relojes debían ser de los que utilizaban pesos colgados de sogas como elemento impulsor de la maquinaria, sin otro elemento regulador de la velocidad que el propio rozamiento del mecanismo, y por lo tanto, muy poco exactos, con esfera y manecillas indicadoras, elementos que, como ya hemos adelantado, se incorporan a los relojes hacia el siglo XVI en Europa y que al ser utilizados por los relojeros elgoibarreses por esas fechas nos hace pensar que estaban muy al tanto de las últimas innovaciones y mejoras que surgían en su oficio. Los de sol eran utilizados para “poner en hora” los mecánicos o de torre.

La estructura o bastidor se construía de llantas de hierro y en su interior se colocaban los ejes, entre 3 y 6, que soportaban las ruedas dentadas y piñones que engranaban entre sí y constituían el mecanismo reductor de la velocidad. Estos últimos estaban construidos también con hierro, forjado y acabado y ajustado a lima, “con los dientes bien acabados y limados y las demás perfecciones que se requieren”.

En un contrato realizado en 1756 (2) para la reparación del reloj de la parroquia de Elgoibar, se especificaba que “todas las piezas deben ser pasadas por el fuego y enderezadas y torneadas todas las ruedas, linternas y piñones, deben calibrarse sus dientes y hacerse nuevas todas las piezas rotas o defectuosas”. Frecuentemente construían en hierro forjado una torrecilla en la que instalaban la campana que daba las horas. En el siglo XVIII, seguían existiendo artesanos en nuestro entorno, que construían relojes para torres y a los que las entidades públicas seguían encargando su ejecución o reparación mediante contratos, aunque cambian algunas de las técnicas y materiales empleados y aparecen innovaciones en su concepción.

Destaca por su detalle, minuciosidad y descripción de los elementos, el firmado por el maestro relojero Roque de la Prada, de Durango, en 1776, por el que se compromete a repasar un reloj con campana instalado anteriormente en la iglesia parroquial de Escoriaza (3).

En él se especifica que el armazón ha de ser de madera, de 3 pies y 9 onzas de alto (algo más de 1 m) y todas las ruedas de bronce, así como los apoyos de los ejes, que deben ir incrustados en los soportes de madera. Las ruedas debían ser de hierro y otros de bronce, los piñones macizos, templados y esmerilados.

Aparece ya incorporado un péndulo, como elemento regulador de la velocidad y cuyo principio físico fue descubierto por Galileo en 1581 y desarrollado y aplicado a los relojes por Huygens hacia 1650. Debía tener una longitud de 14 pies, debía ir provisto en su extremo de una lenteja de plomo de 12 libras de peso y debía realizar 2.600 oscilaciones a la hora.

El mecanismo que se debía construir constaba de dos partes u “ordenes”. El “orden de péndulo” conjunto del mecanismo que accionaba y regulaba el movimiento de las agujas en la esfera y el “orden de sonería” o mecanismo que debía hacer sonar la campana golpeándolas con un mazo.

 

(1) Elgoibar. De las ferrerías a la máquina-herramienta maestros rejeros, relojeros y armeros. Fundación KUTXA 1996.

(2) A.H.P.G.O. L1 – 1696, folio 648

(3) A.H.P.G.O. L-1 – 1832, folio 51