Naranja o limón

Entre los barberos ha habido tradicionalmente personajes singulares a lo que ha podido contribuir las características de la profesión que exige la relación con personas de muy diversa condición. La lista sería interminable pero a título de ejemplo, recordar que han sido numerosos los aficionados al canto y a los toros y que ante la más mínima insinuación de los que esperaban turno en la barbería/peluquería, abandonaban la tarea, cualquiera que fuera la situación de su trabajo con el cliente al que atendían, para entonar siempre las mismas canciones, en no pocas ocasiones operas, o improvisar los más variados lances de la lidia taurina.

Han tenido también una gran capacidad de adaptación como lo demuestran las soluciones dadas a los problemas que les planteaba su profesión. Entre sus habituales clientes eran frecuentes los delgados y la cara con pronunciadas arrugas, sobre todo en los años posteriores a la guerra civil, lo que hacía especialmente difícil el afeitado.

Uno de los medios utilizados para facilitar la tarea fueron unas pequeñas bolas, algo mayores que las populares canicas, que el cliente introducía en la boca para que la piel se estirara. En una ocasión en que un tranquilo baserritarra se tragó la bola, por lo que se disculpaba ante el barbero, éste le respondió "no te preocupes, es demasiado pequeña. Ayer también se la tragó Keixeta y ya la ha traído esta mañana, púrgate y ya me la devolverás mañana".

Julian MundateJulián Mandílate simula el corte de pelo tal y como se llevaba a cabo cuando ejercía como barbero/peluquero. (Foto Amaia Ros).

Todavía llegó más lejos otro barbero de un pueblo costero cansado de las rnovedizas bolas, llegando a la conclusión que lo más práctico era meter el dedo pulgar en la boca del cliente para facilitar el afeitado.

Pero lo cierto es que la limpieza no era su fuerte y aparecieron las quejas por el gusto del dedo y hasta las negativas a la utilización de la nueva práctica. Pero el barbero no era de los que se arrugaban, por lo que preparó dos vasos con líquidos de distintos sabores y colores. A partir de entonces preguntaba a sus clientes: ¿naranja o limón? y según sus preferencias metía el dedo en uno y otro vaso antes de introducirlo en la boca del sufrido usuario de sus servicios. Que se sepa ya no hubo ni más quejas ni negativas.

También los motes de muchos barberos y peluqueros han guardado relación con su actividad. Citamos únicamente al conocido como "Huracán" por su costumbre de utilizar los soplidos para retirar los pelos que siempre quedaban después de su trabajo.