Alguaciles

Personajes tradicionales de la vida pública local su nombramiento y destitución ha sido competencia de las corporaciones municipales. Los reglamentos de hace más de un siglo, como el de Tolosa de 1859 detallan con gran precisión sus obligaciones sin referencia alguna a sus derechos.

Entre las mismas destacan el que deben "permanecer uno de ellos en las puertas de la casa del alcalde mientras esté en ella y a sus órdenes a todas horas del día debiendo hallarse otro en la antesala de la secretaría durante las horas de oficina". También debían "acompañarle en sus rondas de noche o pasarlas sin él diariamente como a aquél le convenga".

Los alguaciles debían "proteger las personas y propiedades en todo lance y acontecimiento" y "evitar, acudiendo oportunamente, los desórdenes, riñas y alborotos de todo género sea en calles y plazas, sea en las tabernas y demás puestos". Además estaban obligados a "vigilar que todos se comporten con la moderación propia de un pueblo culto, sin causar con las maneras y voces, molestias e incomodidades a los habitantes".

La vara de mimbre que portaban era un auxiliar valioso para conseguir estos objetivos.

AlguacilEl placentino Martín Maiztegui "Pistón ", era un alguacil muy popular que ademas ejercía entre otros oficios el de conserje del Ayuntamiento y recaudador de arbitrios. (Foto cedida por Ramiro Larrañaga).

También tenían que "evitar que los niños menores de 15 años anden vagando por las calles y plazas después de toque de oraciones, así como el que durante el día se entretengan en juegos de chapas y naipes, ni de pelota en los puntos que se hallen prohibidos, el que arrojen piedras griten y pidan en los bautizos" asimismo tenían que "recoger y poner en las respectivas escuelas a los niños y niñas que anden vagando por las calles en horas de clase".

Sus obligaciones también incluían desde pasar los avisos de convocatoria "a ayuntamiento sea general o particular, asistir, a la antesala durante su celebración y hallarse prontos para todo lo que pueda ocurrir", hasta comunicar las citaciones a juicios, hacer que los barrenderos tengan constantemente limpios los lugares públicos así como evitar la postulación en calles y puertas de templos y casas.

Se le prohibía ausentarse del pueblo sin el permiso del alcalde así como entrar "en las tabernas, cafés y botillerías no siendo en el servicio de sus deberes".

Su retribución como casi en toda la administración local era menor que la otros profesionales de cualificación parecida y su declive se acentuó desde principios de siglo con la puesta en marcha de la guardia municipal.