La fabricación de una navaja

Como se ha mencionado, los Díaz utilizan madera de boj para sus mangos.

Ellos mismos cortan en el monte las ramas de este arbusto en trozos largos que dejan a secar en su propio taller durante un mínimo de 2 años.

Hasta hace poco tiempo recogían madera silvestre, pero debido a la actual escasez, por el gran consumo, han efectuado una plantación en un terreno de su propiedad que les garantiza el suministro de este material para varias décadas.

Comienzan el proceso cogiendo una rama de su existencia y seleccionando a vista un trozo de madera que por sus dimensiones, principalmente su diámetro, y su forma, recta para un tipo de navaja, curva para otras más especiales, se adapta a lo que quieran fabricar.

 Una vez cortado con una sierra el trozo deseado, lo sujetan en un tornillo de banco y con una sierra manual para metales, le hacen una ranura longitudinal, que será la destinada a alojar la hoja cortante cuando ésta esté plegada. Seguidamente le hacen un rebaje en uno de sus extremos y en toda la vuelta, de forma que el mango quede en esa parte de sección perfectamente circular y rebajado unos 2 milímetros respecto del resto de la superficie.

Esta labor la efectúan manualmente, primero con una cuchilla fijada al banco de trabajo y después con la escofina, manteniendo la madera sujetada en el tornillo.

Repetidamente los artesanos sueltan la pieza y eliminando las virutas comprueban la correcta marcha de su labor, especialmente la redondez de la madera.

A continuación con un papel, colocándolo sobre el extremo del mango, toman la medida de su perímetro y de su longitud, y hacen con él una plantilla que les servirá para elaborar la argolla, virola o casquillo. Esta pieza que envuelve y refuerza el mango en el extremo en el que se sujeta la cuchilla, se fabrica a partir de un trozo de chapa de acero inoxidable. Los artesanos la cortan con una cizalla de mano y proceden a curvarla hasta conseguir darle la forma de una sortija a golpes de martillo. Para ello colocan el trozo de metal sobre un pequeño troquel que va fijado sobre el yunque y que dispone de una cavidad semicilíndrica que les sirve de guía para darle la curvatura, y terminan su trabajo utilizando un mandril sobre el que van golpeando la pieza.

Entre golpes, los cuchilleros sueltan la pieza y colocándola sobre el mango van comprobando que ajuste en él y que lo envuelva lo mejor posible.

Seguidamente y con lima eliminan las irregularidades de la argolla o anillo, terminan de ajustarlo al mango y efectúan sobre su superficie círculos y marcas decorativas a su gusto.

A continuación pasan a fabricar la hoja de corte. Para ello utilizan una tira de acero inoxidable Cr-Mo-Va, con 0,40 de carbono, que para que las navajas de tamaño habitual tienen un espesor de 2 milímetros. También utilizan como materia prima hojas de sierra y limas de desecho. Previamente y superponiendo el metal sobre el mango estiman el tamaño de la hoja adecuada y efectúan sobre las chapas unas muescas de referencia.

Los cuchilleros toman una llanta larga de este material y forjan a mano y en su extremo la hoja deseada, para lo cual la calientan en la fragua alimentada con carbón de piedra. Una vez a la temperatura precisa, que distinguen por el color del metal, lo colocan sobre la superficie del yunque y lo golpean con el martillo, dando los golpes en los puntos precisos, de forma que lo que será la hoja se va ensanchando y adelgazando por uno de sus lados, mientras en el otro mantiene su espesor original. Dado que la pieza se enfría rápidamente es preciso volver a introducirla entre el carbón de la fragua repetidas veces.

Con frecuencia comparan la hoja que están forjando con el mango al que tienen que unirla y según la marcha del forjado la golpean en un lugar u otro para darle la forma que desean, e incluso le cortan los trozos que consideran sobrantes, con la cizalla manual, especialmente en el extremo hasta dejarlo puntiagudo.

Una vez obtenida una forma aproximada y con la hoja ya fría, le hacen a lima una muesca en el extremo en el que se fijará el mango y comprueban su labor introduciendo la hoja en la madera y limando en un punto u otro para conseguir un ajuste y funcionamiento correctos. Seguidamente colocan la virola en su posición abrazando el mango e introducen la hoja en la ranura, es lo que llama “presentar en el mango”.

En esta situación y con un taladro hacen el agujero conjuntamente a las tres piezas así montadas en su posición, de forma tal que a partir de ese momento ninguna otra distinta encajará con las restantes. Seguidamente desmontan la hoja (su superficie aún se encuentra en bruto de forja) y con una piedra de esmeril trabajan la punta y el lomo, dándoles ya su forma final.

En esta situación los cuchilleros proceden a grabar sobre la hoja su sello identificativo consistente en una A, así como el nombre Taramundi como garantía de su procedencia, lo que efectúan con la hoja calentada al rojo y golpeando con el martillo un cuño, que tiene las letras grabadas.

Antonio hijoAntonio hijo, forjando la hoja de la navaja, a partir de una llanta de acero. (Foto J.M.I.)

Ajuste a limaUna vez forjada la hoja, se ajusta a lima, a la forma y tamaño del mango. (Foto J.M.I.)

AfiladoEl afilado, al igual que el resto de las operaciones, se realiza manualmente. (Foto J.M.I.)

La hoja se desbasta con abrasivosLa hoja se desbasta con abrasivos, para lo que se requiere la habilidad y el buen oficio del artesano. (Foto J.M.I.)

Se limpia la navaja y se le da una capa de barnizSe limpia la navaja y se le da una capa de barniz. Sobre la mesa, alineadas, numerosas navajas ya terminadas. (Foto J.M.I.)

De la misma forma, con otro cuño y por un golpe, consiguen la ranura que servirá para introducir la uña del dedo del usuario cuando este desea desplegar la hoja.

Pasan seguidamente a templar la hoja, lo que efectúan calentándola al rojo naranja claro y sumergiéndola rápidamente en agua mientras la sujetan con unas tenazas.

A continuación deben rectificar toda la superficie de la hoja y afilarla, lo que efectúan sobre una piedra abrasiva circular “piedra de agua”, de un diámetro de 1 metro, de 10 centímetros de anchura y que gira a velocidad moderada mientras cae sobre ella un fino chorro de agua.

Frente a la piedra giratoria existe un banco de madera con una amplia tabla inclinada. Para efectuar esta labor los artesanos se tumban apoyando su pecho sobre ella, pues dicen que si no “se cansa la columna” (vertebral). En esta posición sujetando la cuchilla con sus dos manos y presionándola contra la parte superior de la piedra, la van alisando, dando forma al filo y afilando. Repetidamente detienen su labor para observar si la forma y acabado que va dando a la hoja son las deseadas.

Como la rueda gira hacia ellos echándoles agua, previamente se ha enfundado un impermeable con capucha incluida, para protegerse.

A continuación proceden al montaje de la navaja con las tres piezas, mango, hoja y argolla. Para ello introducen esta última en su posición dando previamente un poco de fibra de vidrio que hace de pegamento y después introducen la hoja en la ranura del mango. Seguidamente colocan el eje o remache que los une (que obtienen cortando un clavo ordinario a la longitud adecuada) y lo remachan golpeándolo con el martillo en sus dos extremos.

Finalmente, terminan su trabajo dando a todo el mango un recubrimiento de barniz en toda su superficie por medio de un trapo.