Condiciones de trabajo

El humo y los gases del horno, que no disponía de chimenea, salían libremente al local y se evacuaban por los huecos abiertos en el techo y en las paredes, por lo que en muchas ocasiones y dependiendo de las condiciones atmosféricas, invadían el taller de forja afectando a la respiración de los que en él trabajaban.

En verano, el calor desprendido por el horno incidía sobre los forjadores sobre todo cuando se acercaban a la boca a sacar las barras. En invierno las aberturas del techo y paredes permitían la entrada del aire frío del exterior.

El ambiente era muy ruidoso pues las maquinas trabajaban por medio de golpes, y también sucio por el hollín que flotaba en el ambiente y se depositaba en las paredes, y al que se unían las partículas de “cascarilla” que se extendían por todo el local.

forjadoEl trabajador del fondo, a la derecha, acciona el mazo mediante una palanca. El primero a la izquierda prepara la barra y el segundo la presenta para el forjado. (Foto Amaia Ros 05.1996)

 En este entorno, el trabajo de los forjadores que debían manejar pesadas barras, de unos 10 kilogramos cada una, y con ella desplazarse de una maquina a otra (se estima que caminaban en estas condiciones un total del orden de unos 7 kilómetros al día), era muy duro, sobre todo en los días calurosos del verano o cuando el humo no evacuaba adecuadamente.

Los forjadores sudaban frecuentemente, y entre pieza y pieza eliminaban la sed bebiendo agua del botijo, que siempre se encontraba en un rincón cercano, en el suelo o sobre una caja de madera.

En ocasiones las chispas y las proyecciones de “cascarilla” originadas por los golpes sobre el material producían quemaduras en la ropa y en sus manos.

En las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, la jornada era de ocho horas y media o nueve al día, más una hora extra adicional, y las vacaciones de entre siete y diez días al año.

Actualmente las condiciones de trabajo han mejorado notablemente. Las piezas se calientan por medio de electricidad, con la consiguiente eliminación de humos, hollín y suciedad, y la mejora de las maquinas y de los sistemas de trabajo han reducido la dureza del trabajo y el esfuerzo físico que debían realizar los forjadores.