Obtención del papel

Una vez obtenida la pasta, la forma de convertirla en láminas era muy simple, llevando a cabo la operación a mano y el papel se obtenía hoja por hoja. El trabajador (laurente o formador) utilizando las dos manos, introducía en la pila un molde rectangular, la “forma” o “bruma” compuesto por un marco de madera con una fina malla de alambres, y lo llenaba de pasta diluida y seguidamente lo sacaba, dejando que el agua escurriera entre los orificios de la malla metálica, quedando retenidas las fibras de los tejidos deshilachados y molidos. Seguía el proceso moviendo el trabajador con presteza el molde en dos direcciones con lo que las fibras se entrecruzaban y trababan entre sí, dando lugar a un material nuevo, la lámina de papel empapada de agua. Una vez realizada esta operación, pasaba la forma o marco a otro operario (el ponedor), quien volteaba el marco sobre un trozo de paño o fieltro, de forma que se desprendía la lámina de papel que quedaba sobre el tejido y devolvía la forma ya vacía al laurente.

El espesor de la lámina, que da lugar a un mayor o menor gramaje del papel obtenido, dependía de la altura del marco o molde de madera, y se conseguía añadiendo otro marco postizo al inicial.

Los dos operarios repetían continuamente la labor y las láminas se iban apilando unas sobre otras intercalándose entre ellas una capa de fieltro hasta formar una “posta” (250 ó 261 hojas).

Seguidamente se llevaba la pila a una gran prensa de tornillo, construida con fuertes maderos, similar a los usados para prensar manzanas o uvas.

En ella se le sometía a una gran presión con lo que las láminas de pasta perdían gran parte del agua que aún contenían A continuación el “levador” separaba a mano las hojas de papel ya formadas que las mujeres colgaban para su secado en lo alto del local o en un lugar preparado para esta finalidad, siendo la época del año más apropiada el invierno, cuando el papel al helarse se obtenía con una blancura superior. La manipulación y el empaquetado también eran habitualmente de su incumbencia.

Estas operaciones manuales eran relativamente rápidas. Coordinando su trabajo los 3 operarios eran capaces de obtener unos 8 pliegos por minuto. Si se deseaba obtener papel para escribir, los artesanos lo impregnaban con gelatina conseguida de la cocción de retales de pieles de vacuno, provenientes de desperdicios de curtiderías, técnica que se difundió a partir del siglo XVI, o con almidón volviéndose a secar al aire.

Una vez secado y para darle un mejor acabado se procedía a su bruñido golpeándolo con una maza satinadora, accionada también hidráulicamente, mientras el trabajador, sentado en el suelo junto al mazo y sujetando con sus dos manos el montón de papel, lo iba moviendo a un lado y otro entre golpe y golpe, para conseguir un correcto afinado.