Un poco de historia

Generalmente se considera que el papel se inventó en China el año 105 y, a partir de esa fecha, se extendió rápidamente por todo el Imperio. En el siglo VIII los árabes consiguieron los secretos de su fabricación y lo difundieron por todos sus dominios hasta España.

En 1154 ya se elaboraba papel en Játiva, en molinos papeleros, accionados por la fuerza del agua y con un proceso manual. Desde la Península se extendió hacia el resto de Europa, sustituyendo al pergamino, principal soporte de la escritura en la época.

Con el transcurso de los años, Cataluña se convirtió en un gran centro papelero, siendo el siglo XVIII el de su máximo esplendor. En Euskadi los primeros documentos escritos sobre papel, de los que se tiene referencia son de la Corte de Carlos II de Navarra en 1385 y en Guipuzcoa de las Juntas Generales celebradas en Tolosa en 1456.

Sin embargo el inicio de su fabricación fue muy tardío y no se inició hasta 1803, fecha en la que, según el investigador y etnógrafo Antxon Aguirre Sorondo, Juan Ibar, vecino de Tolosa instaló el primer molino de papel en la provincia, el Azterreka errota bekoa en Alegria y, según el mismo autor, consta que ya en 1804 embarcó para Santander 58 resmas de papel con las marcas: “Fª de JN. DE YBAR EN TOLOSA DE GUIPº 1804”.

Algunos autores como Ibon Zaldua González (1) atribuyen a Fausto de Arriaga la instalación en 1779 del primer molino de papel a mano en su ferrería de Rotaeta en el Barrio de Sarria de Berriz. Labayru señala que ya en 1781, la Real Sociedad Vascongada del País, en su afán de impulsar las manufacturas, propuso el estudio de una posible fábrica de papel en Bilbao.

El proceso de elaboración debió ser el tradicional manual, con gran contenido artesano, aunque por aquellas fechas ya se estaban difundiendo las máquinas continuas para la elaboración de papel.

La fábrica guipuzcoana se trasladó a los dos años a la cercana finca de Azaldegui, quedando el primer molino destinado a la “labor y manufactura de toda clase de alambre”.

Fabricación del papelFabricación del papel a finales del siglo XVIII, según Diderot y D'alambert.

Secado del papelSecado del papel colgandolo del techo (Foto Javier Carballo 06/98).

La invención de las máquinas continuas, finales del siglo XVIII, revolucionó la fabricación de papel, pasando de un proceso puramente artesanal a otro industrial, con gran detrimento del trabajo manual. En la Península se introdujeron tardíamente en relación al resto de Europa, comenzando en 1840 en Manzanares el Real (Madrid).

En nuestro País el primer molino papelero artesanal que se transformó en fábrica de papel continuo, dio lugar a la papelera “Nuestra Señora de la Esperanza” en 1842 promovido por el empresario y banquero donostiarra José Manuel Brunet.

Con ello comenzó la industrialización del proceso de fabricación dando paso a un importante desarrollo de esta actividad, especialmente en la zona de Tolosa, llegando en la década de los años sesenta, de este siglo, a representar del orden del 60% de la producción española de este producto.

Durante años convivieron la elaboración manual y la industrial en máquina continua. Según Madoz, en 1847, en Tolosa, ademas de La Esperanza, existían dos molinos de "papel de barbas", refiriéndose a los de Igarondo y Otzarrain, a lo que también llama "del antigüo método", añadiendo que "ocupar a 12 hombres, produciendo 4.000 resmas, con un valor de 5 reales por rema, o sea 20.000 reales al año", de lo que da cuenta Antonio Maria Labayen en "Escenas Papeleras", editado por Itxaropena en 1947.

La fabricación artesanal fue perdiendo entidad, siendo los últimos fabricantes la familia Uranga, en su molino de Berrobi, en donde lo obtenían a mano hasta 1940.

 

(1) Una introducción a la historia de la industria papelera de Vizcaya. Ibon Zabaleta Gonzalez. Artes Gráficas. Bilbao 1995.