Los protagonistas

Jaime Covas Ferrer (nacido en 1927, en el puerto de Andraitx Mallorca) tiene un amplísimo historial como marino, inicialmente navegó doce años en muy diversos buques y posteriormente ejerció como práctico en los puertos de San Sebastián y Pasajes a lo largo de treinta y seis años. Con una gran personalidad y tan dilatada experiencia, sus opiniones resultan de indudable valor.

Recuerda sus comienzos en la mar tras finalizar los estudios de Náutica, como agregado en el buque mixto (dedicado al transporte de pasaje y carga) “Villa de Madrid”, de la Compañía Transmediterránea, construido en 1929 y de 125 metros de eslora.

A lo largo de su carrera como marino realizó diversos cambios de buques y empresas, concluyendo su navegación como capitán al mando del “Cementos Rezola nº 1”, para posteriormente conseguir la plaza de práctico de número del puerto de San Sebastián en 1957 y más tarde del de Pasajes, allá por el año 1962, jubilándose en 1993.

Su vocación desde la primera juventud estuvo claramente orientada a las ocupaciones relacionadas con el mar y poco después hacia el practicaje para cuyo ejercicio sostiene que “se nace y se hace”. No es pues de extrañar que afirme que, a pesar de la dureza del oficio, siempre ha disfrutado con su trabajo en los muchos años (ya hemos señalado que treinta y seis) en que desempeñó su profesión.

Señala Jaime que el practicaje en los puertos de San Sebastián y Pasajes, tenía diferencias notables, lo que confirma nuestro protagonista, que “cada puerto o zona siempre reúne características particulares que le distinguen”. La adaptación de un práctico a su puerto trae consigo un mejor aprovechamiento del mismo.

En la capital donostiarra la entrada y el atraque en la dársena comercial, así como la salida de la misma, eran maniobras de gran dificultad por el poco espacio disponible y la escasez de calado, no mucho más del que ofrecía cada marea. Las maniobras habían de realizarse muy lentamente, utilizándose la ayuda de cables, cabos y anclas para poder gira y revirar los buques de algún tamaño. Jaime Covas sondaba con frecuencia todo el puerto y marcaba escalas de calados en las puertas de la dársena, lo que le permitía conocer en todo momento la altura del agua y el margen del barco respecto a la misma.

El mayor buque que recalaba en Donostia era el mencionado anteriormente “Cementos Rezola nº 1”, vapor de 65 metros de eslora, unas 1.300 Tn. de carga y perteneciente a la empresa cementera Rezola, ubicada en Añorga. Ese barco acudía con una periodicidad más o menos mensual para transportar cargamentos de dicho producto. Jaime Covas modificó algunas maniobras para que el barco pudiera entrar y salir de la dársena con mayor rapidez y seguridad.

Jaime colaboró en el análisis de las corrientes en la bahía y puerto de San Sebastián con el internacionalmente conocido ingeniero Ramón Iribarren. Este último fue durante muchos años director de Puertos y Costas de Gipuzkoa, diseñando varios de los puertos guipuzcoanos y el aeropuerto de Fuenterrabía.

En el puerto de Pasajes las dificultades eran otras como la necesidad de embarcar en mar abierto con mal tiempo, el complicado control del buque al aproximarse a la barra con viento y mar del 3º ó 4º cuadrante y el paso de un canal rocoso, estrecho y curvado sin casi márgenes de error o variación.

Los mayores buques admitidos en Pasajes, alcanzaban hasta 185 metros de eslora y con aproximadamente 9 metros de calado, transportaban unas 35.000 Tn. de carga, estando la flota de remolcadores muy poco proporcionada al tamaño de los barcos. Teniendo en cuenta lo anterior, no es por casualidad que Pasajes, junto con Avilés, sea considerado el puerto de más difícil entrada entre la casi treintena de puertos de interés general a nivel estatal.

Covas eta SopeñaLos prácticos Jaime Covas y Rafael Sopeña en setiembre de 2003.(Foto de Javier Carballo).

Como al resto de los prácticos, los accidentes personales tampoco respetaron a Jaime Covas, que sufrió desde giros y roturas de la escala, hasta caídas de la misma y golpes contra el costado del buque, en alguna circunstancia con resultados de cierta gravedad.

El veterano práctico recuerda con nostalgia los momentos claves de su trabajo, en circunstancias adversas, cuando debía saltar entre las olas desde la lancha de práctico a la escala del barco “la experiencia para elegir el momento adecuado era vital, así como la paciencia para saber esperar o enmendar la maniobra si era necesario y por supuesto todo ello requería también fortaleza física para trepar a cubierta”.

Incide también Jaime en las acciones en que los prácticos y sus tripulantes intervenían cuando se producían incidentes en las aguas portuarias, resultando implicadas principalmente pequeñas embarcaciones: vuelcos, hundimientos, vías de agua, caídas de tripulantes al agua, heridos a bordo, etc. “hay que tener en cuenta que nosotros estábamos allí y podíamos acudir rápidamente, que teníamos incluso nuestros propios vigías y que públicamente no se contaba con demasiados elementos de salvamento marítimo”, añade Jaime y continúa “a pesar de la discreción de nuestras operaciones, un buen número de prácticos y patrones recibieron homenajes por el salvamento de náufragos”.

En lo que recuerda las relaciones con los capitanes de los buques fueron buenas en general. El haber ejercido el práctico como capitán en su etapa anterior facilitaba la comprensión de lo que aquel necesitaba y las formas de comunicación y entendimiento entre ambos.

La responsabilidad profesional era importante y sin limitación. Los prácticos dependían competencial y jerárquicamente de las Comandancias de Marino y por ende de la Armada. Por ello en caso de accidente se juzgaba a los prácticos en Consejo de Guerra. Según la opinión de Jaime Covas a pesar de lo preocupante de la situación, se evitaban a los prácticos las presiones mercantiles, que en su opinión resultan actualmente más directas.