EL PROCESO PRODUCTIVO

El reducido número de boteros en activo adquiere en el mercado pie les de cabra curtidas a la firma “moneo” Covarruvias, que suministraba a los últimos boteros censados. Antiguamente incluso llegaban a curtir las pieles que deben ser lanudas, de lo que depende, en buena medida, la calidad de la bota. Seguidamente se procede a someter la piel en las modernas cámaras frigoríficas, lo que ha acabado con los tradicionales problemas de mantenimiento.

La siguiente operación es el corte de la piel, curtida con curtientes vegetales, que presenta por un lado algo de pelo y por la parte opuesta cuero terso de un color amarronado por el efecto del tanino. De una única pieza se sacan botas de diverso tamaño, en el mejor de los casos, hasta un total de seis (un par de dos litros, dos de litro y medio), pues la piel suele presentar defectos que obligan a desecharlos. Para ello se utilizan planti llas de madera fina o cartón.

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La siguiente fase del proceso de elaboración es la colocación sobre la piel (el pelo hacia abajo) de la plantilla, procediendo al corte con unas tijeras de las que habitualmente utilizan los sastres, dejando un margen de un centímetro. A continuación se sigue cortando el pelo a la mitad de su largura, lo que exige hacerlo pacientemente y en el sentido del pelo. Para el reblandecimiento de la bota se baña en agua no muy caliente entre cuatro y seis horas para extender la bota sobre la mesa al objeto de que desaparezcan todas las arrugas.

Se continua, con el pelo hacia el exterior, cosiendo el cuero para lo que se utilizan agujas de acero aceitado e hilo de bramante para fijar la bota. Al propio tiempo se colocan las presillas por las que se pasará la cuerda, habitualmente roja, que permite llevarla al hombro. Para el cosido de la bota, cada vez es más frecuente, el uso de una máquina eléc trica de coser cuero. Tras esta operación hay que dar vuelta a la bota, de modo que la parte del pelo quede al interior y la opuesta, el cuero liso, quede al exterior. Para conseguirlo, con la bota hinchada y bien mojada, se golpeaban con una vara. Algunos artesanos volvían a sobarlas para acabar secándolas.

La pez es una sustancia blanda y negruzca que se utiliza como impermeabilizante interior de las botas. Existen diversas clases de pez que en el pasado elaboraban los propios artesanos boteros. Es obligado señalar su labor impermeabilizadora. Actualmente los artesanos boteros compran pez virgen en el mercado y tras mezclarla con aceite (5 kgs. de pez y un litro de este producto), se calienta y vierte la mezcla en el interior de la bota mediante un embudo. Una vez se ha impregnado el interior, el sobrante se vierte al exterior para evitar la formación de grumos que pudieran estropearla,  el artesano remoja de nuevo la bota en agua caliente, dándole la forma definitiva.

La operación final es la colocación del brocal o boquilla de la bota de unos dos centímetros y un máximo de tres de diámetro, que se une por rosca por donde se bebe y el tapón de cierre que va unido al cuero por un cordón rojo. Los primeros brocales fueron de madera, sustituidos por los de hueso (a mediados del siglo XX), apareciendo los de goma dura y finalmente los de baquelita, cuya principal ventaja es su intercambiabilidad e higiene. Finalmente se cepilla suavemente y añade algún aderezo para que resulte agradable al tacto, procediendo a un lijado.

Para la redacción de este trabajo nos ha sido de gran utilidad el trabajo de Antxon Aguirre Sorondo “El último botero alavés”, así como el de Juan Garmendia Larrañaga “El botero”.

Bota terminadaBota terminada