Telegrafistas

Faustino Bodas Arcaniz (Alsasua 1921) ingresó en el Cuerpo de Funcionarios de Telégrafos por oposición en 1944. En los exámenes se exigía un notable nivel de ortografía y geografía, así como matemáticas y mecanografía. Eran opcionales los conocimientos de francés e inglés. Las pruebas orales y escritas, se celebraban en Madrid durante dos días. Superado el examen se realizaba un curso de formación en la Escuela Oficial de Telegrafía de la capital, con una duración de tres meses, en la que básicamente se aprendía el manejo de diversos aparatos y el lenguaje Morse.

Como era habitual en la época su primer destino fue en Bilbao (una plaza que era considerada de castigo) donde estuvo dos años para trasladarse a Haro, permaneciendo doce meses, para posteriormente llegar a Zarautz donde ha trabajado 35 años. Al alcanzar la categoría de jefe, beneficiándose de una única convocatoria en la que no se exigía titulación superior, tuvo que trasladarse a San Sebastián (4 años), jubilándose obligatoriamente a los 65 “después de cuarenta y cuatro años de servicio”.

Su vinculación a Telégrafos fue consecuencia del empleo de su padre Pedro, que era celador “alambrerua” en la empresa pública. Faustino considera que era una ocupación “segura” que también concedía una excedencia con reserva del puesto de trabajo de hasta diez años, lo que permitía “probar en otra actividad por si fuera más rentable”. Su hijo Gerardo de 53 años, ha seguido la tradición familiar desde hace 32 años, ocupando actualmente el cargo de Jefe de Correos y Telégrafos en Zestoa.

Telegrafista

Telegrafista

Dibujos de Yulen Zabaleta de telegrafistas.

Las tareas básicas del telegrafista eran la recepción en ventanilla del texto del telegrama que el cliente deseaba enviar, en ocasiones escrito por el mismo y no pocas veces con la ayuda del responsable de la oficina. Tras la revisión del texto y recuento del número de palabras se procedía al cobro, con tarifas distintas según si era ordinario o urgente. La siguiente fase del proceso era la transmisión, utilizando un manipulador o transmisor en forma de palanca móvil provista de un muelle, que cuando se pulsaba, enviaba corriente a la línea, y a través de la duración del impulso se transmitía en lenguaje Morse lo que se deseaba. Se terminaba entregando al usuario el justificante de haberse realizado la operación.

Para la recepción de los telegramas las oficinas disponían de un aparato distinto al emisor, que funcionaba las veinticuatro horas del día y cuyo componente básico era un electroimán que por influencia de la corriente que circula por la línea, accionaba una pequeña rueda entintada que iba marcando por golpeo, rayas y puntos sobre una cinta de papel que avanzaba movida por un mecanismo de relojería. Una vez recibido el telegrama en Morse se traducía al lenguaje habitual escribiendo a mano para “cerrarlo” y proceder a su entrega al destinatario, en menos tiempo “del que hubieran empleado en recorrer la distancia del punto de expedición al de término por otro conducto que por telegama”.

Cuando se quería enviar un telegrama a un lugar en el que no había oficina telegráfica, se hacía llegar a la más cercana, y desde ella se transmitía por teléfono “a la telefonista donde residía el destinatario”. Estas lo entregaban con “un propio” o mensajero, tras aceptar el cliente el coste del envío.

Con el tiempo tuvieron una importancia creciente los envíos de dinero, llamados giros telegráficos. Para llevarlos a cabo se ingresaba el dinero en la oficina de origen, y ésta lo comunicaba a la más cercana a la residencia del destinatario, que se ocupaba del pago correspondiente, en mano, una vez deducidos los gastos.

El número de aparatos emisores y receptores variaba en relación con el volumen de trabajo previsible en cada oficina. Con el transcurso de los años fueron evolucionando con una creciente automatización del trabajo del telegrafista.

Accidente laboralAccidente laboral. El grabado representa el accidente laboral provocado por una descarga eléctrica sufrido por un celador de telégrafos en Nueva York. L`ilustration 22 de noviembre de 1890, nº 2.491, pág 441.

Los jefes de las oficinas además de “cumplimentar el parte diario por cada aparato” tenían que “cuadrar las cuentas” y enviar el importe resultante a la central provincial por transferencia bancaria.

Vicente Calvo Cuesta (Barakaldo 1933) se incorporó a la oficina de Telégrafos en 1947, con 14 años, dejando su empleo en una tienda de ultramarinos de Bilbao, jubilándose en 1993 después de 46 años “de servicio siempre en mi pueblo”. La primera ocupación fue la de repartidor de telegramas, “pepes” en el argot de la época, iniciándose pronto en el aprendizaje “por afición” del lenguaje Morse, “en tiempos en que el sirimiri provocaba interferencias en las transmisiones”. Como quiera que además del centro urbano se atendían Lutxana, Burceña, Cruces y Retuerto, se desplazaba a pie o cuando era posible en tranvía, hasta que dispuso de una bicicleta. El creciente uso del telégrafo obligó a aumentar el número de repartidores, de 1 a 4, a que se llegó en 1983.

En 1958 aprobó las oposiciones a auxiliar telegrfistas celebradas en Valladolid, acudiendo también seis meses más tarde a las que tuvieron lugar en Madrid para mejorar calificaciones. Ocho años más tarde, a fines de 1964, se hizo cargo de la Jefatura de Telégrafos de la oficina de Barakaldo, que estaba vacante, por la elevada rotación, en la época, de personal capacitado para ocupar este puesto de trabajo. Ejerció el cargo hasta 1981 en que se unificaron Correos y Telégrafos, correspondiendo la dirección, por antigüedad, al responsable del otro servicio.

Los aparatos que disponían fueron mejorando sustancialmente con el transcurso de los años. En esta época, en la oficina de Barakaldo, contaban con un aparato para emitir y recibir telegramas, lo que lograban cambiando la posición de una palanca, pudiendo asimismo grabar lo que transmitían. También disponían de un teletipo Siemens. Durante las frecuentes restricciones eléctricas, generalmente de 9 a 12 horas, solo podían utilizar el telégrafo, accionado con una batería de 60 pilas Feri, que los celadores limpiaban y cargaban regularmente.

Tradicional felicitación navideñaTradicional felicitación navideña de los repartidores de correos (cedida por Manuel Zaragoza).

TelegramaTelegrama enviado por el servicio telefónico de la Diputación de Gipuzkoa (cedido por Manuel Zaragoza).

Mantenían una buena relación con los usuarios del servicio, siendo frecuente que los receptores de telegramas “se pusieran nerviosos, pues las malas noticias, como los fallecimientos de familiares y amigos, llegaban por este medio, al ser muy pocos los teléfonos instalados”.

A medida que avanzaban los años sesenta, con fuerte desarrollo de la industria de la zona, aumentó sustancialmente el número de usuarios del telégrafo, de forma que los sábados y domingos se formaban colas de trabajadores emigrantes para enviar dinero (giros) “el salario de la semana” a sus familiares. Las remesas de dinero a los que cumplían el servicio militar, eran asimismo frecuentes.

También las empresas de la zona utilizaban el servicio, sobre todo las de mayor tamaño, como Altos Hornos de Vizcaya (unos 100 envíos al mes y un número menor de recepciones), y la Naval, pues en la época no había oficina en Sestao.

Tres líneas de telégrafo que partían de Bilbao, llegaban a Barakaldo (la 312), donde entroncaban. Una segunda a Portugalete (217) y la tercera la de Santurce (129), a pesar de lo cual, los celadores “alambreruak” se ubicaban en la capital.

Como hecho negativo recuerda Vicente que el 31 de marzo de 1979, la oficina de Telégrafos que dirigía fue asaltada, a punta de pistola, llevándose un botín de 400.000 pesetas.

La profesión de telegrafista, como otras, acaba influyendo en los modos de vida y hasta en la personalidad de los trabajadores que la practican durante mucho tiempo. Vicente Calvo, después de jubilarse siguió moviendo durante algún tiempo su dedo índice, como hacía cuando manejaba el manipulador del telégrafo, transmitiendo en lenguaje Morse. Autor de dos novelas, todavía sigue pasando más o menos regularmente por “su” oficina de Barakaldo.

Grupo de empleadosGrupo de empleados de Correos y Telégrafos en 1918 (cedida por Manuel Zaragoza).