Las características y el aprendizaje del tallista

Según Adegi hacia 1920/1930 los empresarios de Zarautz no encontraban en la zona los tallistas que necesitaban contratar para dar respuesta a la demanda de muebles artesanales, por lo que recurrieron a otros lugares, llegando de Valladolid “los maestros Juan Llorens, Escudero y Olazabal que enseñaron a trabajar la madera a medio centenar de jóvenes dando origen a la tradición tallista de la zona”.

En esta publicación también se manifiesta que “en esta época (refiriéndose a 1920/1930) los fabricantes de muebles de Zarautz, alcanzaron un auge no conocido anteriormente. Había varios talleres que tenían cerca de un centenar de trabajadores en plantilla, trabajando seis días a la semana. Un oficial de primera ganaba 12 pesetas diarias y 9 uno de segunda”.

Manuel Sanjuan considera que Mazarico y en menos medida los hermanos Trapote fueron otros artesanos de la misma procedencia (Valladolid) que contribuyeron al desarrollo del oficio en Azpeitia.

Gabino Aizpuru afirma que en Azpeitia trabajaban más de 100 tallistas desde los primeros años treinta hasta los cincuenta del siglo pasado. Destaca a Fernando Olaizola por la calidad de su trabajo y su “gran capacidad de actualización” así como a Manuel Sanjuan de gran capacidad de aprendizaje y perseverancia. También se citan los nombres de Aizpurua, Nicolás Azpeitia y Félix Odriozola, así como Sebastián Egibar. En Zarautz corroborando los anteriormente citados, destaca a Hilario Epelde.

El tallista Gabino AizpuruEl tallista Gabino Aizpuru.

 En opinión de los veteranos, los tallistas cualificados en buena medida nacen, pues si no se poseen unas condiciones naturales es muy difícil adquirirlas con la práctica. Además es necesaria la vocación entendida como “la satisfacción” con el desempeño del oficio y una notable destreza manual.

Todos los tallistas coinciden en entender que el dominio del dibujo resulta muy conveniente y hasta necesario, lo que explica que muchos veteranos, como Pablo Alkorta y Donato Intxauspe, acudieran después de su trabajo a clases de esta especialidad en diversas escuelas profesionales, donde además realizaban prácticas con arcilla.

En Zarautz destaca la labor de la escuela de “los Antonianos” de la que fue profesor el alavés Iriarte y más tarde el citado José Alberdi considerado como “un gran maestro”. Los veteranos recuerdan asimismo a Fray Victor que ampliaba sus conocimientos de cultura general.

En Azpeitia, desde los años treinta y hasta los sesenta, eran los Maristas y el pintor Manuel Ferrer los que impartían clases de dibujo, los primeros lineal y el segundo artístico. A ellos acudían los futuros tallistas al término de su jornada laboral.

También era necesario que el tallista tuviera capacidad de concentración y paciencia pues era frecuente que dedicara más de cien horas de trabajo a una sola pieza, así como una notable autoexigencia.

El aprendizaje generalmente se iniciaba desde muy joven y, como ya hemos adelantado, se basaba en la observación de la forma de trabajar de los veteranos “fijarse bien y coger la bicicleta e ir a Itziar a observar el retablo” nos decía un veterano tallista de Zarautz, recordando lo que les aconsejaban sus maestros. A esto se añadía una larga práctica de años, durante los que cada vez se trabajaban piezas más complejas.

Antxon Mendizabal El tallista y escultor Antxón Mendizabal.

Antxon Mendizabal Cristobal (San Sebastián 1945) se formó como tallista en la década de los años setenta del siglo pasado compaginando con la actividad de profesor de Arte y Música en la Ikastola Orereta de Rentería. Aprendió el oficio con su tío Alejandro Amenabar, conocido tallista azpeitiano y posteriormente remontista, para a partir de los primeros años ochenta, dedicarse exclusivamente a esta actividad, especializándose inicialmente en el tallado de “argizaiolak”, “kutxas” y muebles para relojes, utilizando preferentemente madera de roble y castaño del país.

El hoy afamado escultor se muestra convencido que el aprendizaje del tallista es muy similar al del resto de los artesanos, remarcando la necesidad de conocimientos de dibujo, sobre todo el geométrico “si se va a trabajar el estilo vasco”.

Entiende que el tallista debe ser un buen profesional, con mucha paciencia, que valore el trabajo bien hecho y debe gustarle la madera que es un material con características propias, bien definidas. Considera fundamental que el artesano “deje hablar a la materia prima para que exprese su personalidad”.