La importancia de las herramientas

Las herramientas que tienen una gran importancia en muchos oficios, adquirieron una especial relevancia en el caso de los tallistas. Habitualmente se compraban a los representantes de fabricantes y comercializadores que les visitaban mostrándoles catálogos, aunque también les suministraban ferreterías de Bilbao y San Sebastián. Los útiles de origen inglés y alemán y suizo eran considerados de excelente calidad.

Gabino Aizpuru recuerda que compraban las herramientas en la Ferretería Guibert de Azpeitia (unas 3 pesetas cada gubia hacia 1950) y también a los viajantes de Casa Luna de las siete calles de Bilbao, especializada en su comercialización.

Manuel Sanjuan también concede singular relevancia a las herramientas, destacando por su calidad las conocidas como “London” fabricadas por Herring Bros, la Peugeot francesa, IMES (sueca) y la inglesa Taylor, comercializada con marca Bellota.

En la posguerra española las insuperables dificultades para importar los útiles necesarios en la talla, favorecieron su fabricación industrial, destacando entre las empresas especializadas en su construcción la catalana Mifer.

Los tallistas más cualificados fabricaban algunas de las herramientas que utilizaban, sobre todo cuchillas, para realizar mejor su trabajo o en menos tiempo. Partían de las hojas de sierra para madera y también mecánicas (aunque no era lo más conveniente), a las que eliminaban los dientes, para a continuación darles la forma deseada a la zona de trabajo, mediante una pulidora provista de muelas de abrasión.

Las principales herramientas utilizadas de variadas formas y dimensiones eran las gubias (gubia-esquina, media caña, planas, “kañoiak”, codillos, contra-codillos... entre otras), formones, macetas (de madera o latón), compases, escuadras, escofinas, escoplos y cuchillas a las que hay que agregar algunas específicas para determinadas operaciones.

Tanto a las herramientas adquiridas en el comercio como a las de fabricación propia, habitualmente los tallistas les colocaban los mangos de madera. Elegido el material y cortado a la medida conveniente (había diferencias de un útil a otro) lo partían por la mitad y realizaban un rebaje en cada parte o en un solo lado, donde una vez comprobado que encajaba una parte de la herramienta la encastraban en forma de cola milano, procediendo a su encolado hasta lograr un conjunto rígido.

Los tallistas consideran muy importante al correcto cuidado y sobre todo afilado de las herramientas, lo que se refleja en el dicho “el que  no sabe afilar no sabe tallar”. Lo hacían a pulso en una pequeña piedra de esmeril para posteriormente “quitar las marcas que quedaban” a mano utilizando pequeñas piedras “Norton”.