El calafateado

Juan Egaña Echave "Jontxu" (1932) empezó a trabajar en 1947, a los quince años, en los Astilleros Aizpurua de Zumaia que en 1950 al ser adquiridos por su padre, pasaron a llamarse José María Egaña. Empleaban entre 30 y 40 trabajadores y junto con Arrizabalaga y Olasagasti, así como Galárraga y Urbieta formaban parte de los astilleros especializados en la época en la construcción de embarcaciones de madera en la desembocadura del Urola.

Según este veterano especialista, el calafateado requería un proceso distinto según la clase y el grosor de la madera con que se había construido el forro de las embarcaciones. Las mejores eran “la pinotea de Estados Unidos de Norteamérica y la “mangila” de Guinea”. En los astilleros de Zumaia también utilizaban el pino gallego y más tarde el del Roncal.

En el caso de las maderas consideradas "blandas", como el pino, y de grosor inferior a 4,5 / 5 cm, se intoducía la punta de un cincel entre las tablas, hasta consguir que cedieran dejando una abertura, en la que se introducía el algodón o la estopa, ayudándose el calafateador con un segundo cincel, para remacharlo con el tercero (el de punta más ancha), golpeándolas en todos los casos con un mazo de madera.

Cuando para la construcción de las embarcaciones iban a utilizarse maderas "duras" o de espesor superior a 4,5 / 5 cm, antes del montaje era necesario hacer un chaflán a los cantos de las tablas de unos 2 cm. en el exterior, para lo que utilizaban un cepillo de mano o garlopa. Este tipo de madera eran conocidas como “de Guinea o tropicales”. La colocación de la estopa era similar a la descrita anteriormente.

Distintas formas utilizadas por los calafateadores en su trabajoDistintas formas utilizadas por los calafateadores en su trabajo. (Dibujos de Yulen Zabaleta).

La siguiente operación era aplicar pintura utilizando una brocha y sobre la misma la masilla con una espátula. Estos productos sustituyeron a la antigua brea. Cuando aún estaba fresca la masilla, se aplicaba una segunda capa de pintura con lo que se conseguía su compactado y endurecimiento. Los calafateadores son unánimes al considerar que la zona de unión de las cuadernas con las tablas de forro requería una especial habilidad y cuidado "para dejarlo duro como una piedra".

El mantenimiento de las embarcaciones como ya hemos señalado, también requería su calafateado, como mínimo una vez al año, generalmente cuando había que pintarlo "darle patente". El deterioro lo producían sobre todo la adhesión de crustáceos y de una hierba llamada "goma, una especie de moco" que sin acabar de perforar la madera la debilitaba longitudinalmente apareciendo las humedades. Para extraer la estopa o algodón envejecidos era necesaria la herramienta específica tipo gubia curva a la que anteriormente hemos hecho referencia.

José María Aguirrezabala Amuchastegui nacido en Mutriku en 1921, empezó a trabajar a los once años en el pequeño astillero de su pueblo natal situado en el muelle "junto a la rampla o arrampla pequeña” y propiedad de Cesáreo Zumalabe (padre del conocido artesano Valentín) que aún no contaba con electricidad y donde construían embarcaciones de madera de hasta unos seis metros de eslora. Fue aprendiendo los distintos oficios por observación y las enseñanzas de Zumalabe del que guarda un excelente recuerdo. Trascurridos tres años pasó al vecino astillero de Pedro Manuel Egaña (1890) donde permaneció casi dos décadas desplazándose posteriormente a Venezuela (Estado de Falcon península de Paraguana en la localidad de Puerto Fijo) donde siguió construyendo primero barcos de madera y después de casco de hierro, sumando un total de tres décadas en esta actividad en la que las labores de calafateado ocuparon un lugar importante.

Pedro Manuel Egaña, que había aprendido el oficio en Portaleta en la parte vieja donostiarra, habiendo sido socio de Cesáreo Zumalabe, del que se separó en 1.926, construía barcos de madera para bajura, así como algún arrastrero, en su mayoría en el astillero de Mutriku, así como en Orio en una instalación -Ortzaika- en el río Oria, alquilada a Manuel Elizondo en dos ocasiones por un total de unos 20 años, y situada a unos dos kilómetros del centro urbano aguas arriba. Habitualmente la eslora total era de 24 metros y la manga 6. Durante su estancia en Venezuela construyó unas ocho embarcaciones de madera de tamaño similar a los anteriormente citados, disponiendo con abundante madera que elegía en los bosques (lo que aquí también ocurría en aquellos años) destacando por su calidad y dureza la de "kují" y algarrobo (para las cuadernas). El resto de los barcos construidos, hasta un total aproximado de quince, fueron de casco de hierro.

José María Agirrezabala destaca la relevancia del calafateado y el hecho de que los que dominaban el oficio realizaban también otras tareas. Asimismo resalta la importancia de la forma de coger la herramienta para "abrir" las maderas al iniciar el calafateado que se describe en el dibujo adjunto. El calafateador sujetaba la "trintxa" con la mano izquierda colocándola en posición casi o totalmente vertical entre la unión del maderamen y la golpeaba repetidas veces con el mazo asido con la mano derecha, trabajando las distintas junturas del forro en sentido contrario a las agujas del reloj. El calafateado de algunas partes de la embarcación tenía que realizarlo, el trabajador, en posturas difíciles. La herramienta utilizada para que posteriormente colocar la estopa debía ser de punta más ancha que para el algodón.

Calafateando una embarcación en el puerto de MutrikuCalafateando una embarcación en el puerto de Mutriku a principios del siglo XX. (Dibujo de Yulen Zabaleta).

Para colocar la estopa alquitranada "meter entre las tablas", y después de la operación previa de entrelazado, el calafateador se la enrrollaba en la muñeca izquierda a modo de una ancha pulsera y tras pasar por el interior de la mano que sostenía la herramienta, la hacía llegar al dedo índice que iba posicionándola con una leve presión para, con sucesivos golpes del mazo sobre la herramienta, ir introduciéndola en el lugar deseado avanzando de derecha a izquierda.

En el caso del algodón el proceso era distinto pues se metía una punta entre tablas en el lado derecho de la ranura a calafatear y otra en el izquierdo a una distancia  aproximadamente de medio metro para a continuación proceder al igual que con la estopa. En ambos casos se finalizaba remachando el último tramo para lo que se utilizaba una herramienta de punta más ancha.

En el caso de utilizarse algodón para el calafateado lo que ocurría en "todas las embarcaciones pequeñas", a su término se pintaba todo su exterior para a continuación, utilizando una espátula aplicar masilla con aceite de linaza encima "de las junturas" para una vez que se secara volver a pintar.

En los casos de mantenimiento y cuando se había debilitado el calafateado "mermatu", metían una nueva estopa sobre la anterior, lo que requería una técnica algo distinta pues había que manejar la herramienta colocándola con menor verticalidad.