Las decisiones iniciales

El propietario que quería construir un nuevo caserío, se ponía en contacto con un maestro de la comarca, conocido como un especialista por los trabajos ya realizados. Este requería al promotor sobre el tipo y tamaño de cocina que necesitaba, número de habitaciones precisas según la familia que lo iba a ocupar, animales que debían caber en la cuadra y espacio que precisaba para almacenar lo cosechado, así como para guardar los aperos de labranza y llevar a cabo los trabajos que requería la actividad a desarrollar. De acuerdo con estas informaciones, el maestro-constructor, que sabía por experiencia la superficie precisa para atender cada necesidad, decidía el tamaño, las dimensiones exteriores, del caserío que debía de construir, generalmente de planta baja y una altura.

También diseñaba la distribución interior, a veces mentalmente, aunque con frecuencia dibujaba las medidas principales, pues según un veterano constructor de caseríos, así, "se cansa menos la cabeza".

De esta forma antes de iniciar la construcción ya tenían definidos los elementos y características principales del caserío a edificar y que no se modificarían salvo algún imprevisto importante.

El maestro, en el momento de diseñar un nuevo caserío se guiaba por otros existentes en el entorno y seleccionaba de ellos los elementos que más le interesaban por su funcionalidad o belleza. Otras características como la planta rectangular, la fachada en uno de sus lados mayores, el tejado a dos aguas, elementos definitorios del caserío vasco, eran aplicados habitualmente en las construcciones.