La elaboración de joyas

Para obtener estas piezas por la técnica de la cera perdida el joyero comienza fabricando un prototipo, de acuerdo con su propio diseño, sobre un material plástico, utilizando herramientas manuales, para seguidamente, conseguir uno o varios modelos iguales en cera, que envuelven con arena mezclada con un aglomerante, introduciendo el conjunto en un horno: La arena y el aglomerante forman una cáscara dura de la que se escapa la cera, en estado líquido debido a la alta temperatura, dejando una cavidad con su forma.

En esta oquedad el joyero vierte a mano y desde un pequeño recipiente, la aleación de oro que él mismo ha preparado fundiendo en una cazoleta cerámica este metal, al que añade plata y cobre con objeto de  obtener las tonalidades que busca que son distintas según las proporciones utilizadas, y que deben se acordes con el diseño concebido. Para conseguirlo, es necesaria la experiencia en el oficio y conocimiento de los materiales que manipula.

Una vez enfriado el metal y rota la cáscara de arena, aparece el cuerpo en bruto de la sortija u otra pieza que, posteriormente se pulirán y brillarán a mano para, seguidamente, incorporar otros elementos y brillantes o piedras preciosas.

JoyeroEl trabajo del joyero es una labor de precisión y actúa siempre sobre piezas de muy pequeñas dimensiones, por lo que requiere habilidad manual y pulso firme. En la imagen el artesano suelda un asa, que sujeta con unas pinzas con su mano izquierda, a un colgante, mientras que con la otra dirige la finísima llama del soplete al punto preciso. Foto J.M.I. 2002.

Las mismas piezas se pueden conseguir por la llamada fundición a la concha o jibia, técnica muy antigua consistente en obtener un molde utilizando como material dos huesos de jibia, para lo que se ponen dos de estos elementos con sus superficies enfrentadas y se  coloca entre ellos un prototipo metálico igual a la pieza a obtener. Presionando con ambas manos, el prototipo se incrusta en la materia ósea de ambas partes, que tiene la propiedad de ceder a la presión, al mismo tiempo que soportar una alta temperatura sin perder la figura formada, tomando la forma del cuerpo que la comprime y quedando grabadas dos cavidades iguales correspondientes, cada una, a la mitad del prototipo.

Extraído el modelo, se lleva a cabo en la jibia un  orificio para bebedero y, unidos de nuevo, se vierte en el mismo a mano desde la pequeña cazoleta, la aleación de oro y plata previamente preparada. Una vez enfriada y separados los dos huesos, aparece la pieza deseada, de la que posteriormente se elimina el material sobrante limándola a mano mientras se apoya sobre la “astillera”, madera fijada a su banco de trabajo.

El joyero también puede obtener las formas que desea por la técnica de la forja. Para ello obtiene el material que precisa, preparando y fundiendo en una cazoleta una aleación de metal que luego vierte en la coquilla o rielera, para una vez enfriada, obtener el tocho de metal en bruto, que posteriormente forjará a mano, golpeándolo con el martillo de joyero sobre su pequeño yunque, dándole revenidos o calentamientos intermedios con objeto de reducir la dureza que va adquiriendo por las sucesivas deformaciones.