La Subasta

A continuación explicamos el desarrollo completo de las subastas, que nos ha sido descrito por José Ángel Kerejeta Urresti, antiguo ventero de la Cofradía de Pescadores Elkano de Getaria.

Como decimos anteriormente, cuando el barco llegaba al muelle el pa trón enviaba a la Sala de Ventas una caja con una muestra del pescado que había capturado, anchoas, sardinas, verdeles, chicharros, etc. Si la pesca era de bonitos (hegaluze) o atunes (cimarrones), se llevaban solamente un par de ejemplares de muestra. Las muestras se le presentaban al ventero y se le informaba de la cantidad en kilos del producto que se ponía a la venta y las características del mismo, por ejemplo: 3.000 kilos de anchoa de 28 piezas el kilo.

El precio de inicio o arranque de la subasta era, y sigue siendo en la actualidad, establecido por el ventero, quien lo determinaba en base a la cotización de los días o mareas anteriores y de los precios que se fijaban en otros puertos del litoral. La mayor dificultad para establecer el precio de salida se presentaba al inicio de cada campaña o costera, cuando toda vía no se tenía referencia del precio a aplicar. También inꇊuía mucho si la pesca había sido abundante o escasa.

El ventero iniciaba la subasta cantando, por ejemplo: “Señores hay 3.000 kilos de anchoa para la venta, de 28 piezas por kilo, de tal barco o pescador. Se inicia la venta a 10 pesetas/kilo”. Después de un leve respiro y al ver que ningún comprador había accionado el pulsador, el ventero iniciaba la depreciación cantando de diez en diez céntimos de peseta: “9,90 / 9,80 / 9,70 / 9,60...” hasta que escuchaba el ruido que producía una bola de madera cayendo por la rampa. Entonces examinaba el nú mero de la bola y le preguntaba al titular de la misma, qué cantidad, o sea, cuántos kilos de los 3.000 anunciados quería comprar. Una vez in dicados y anotados por el secretario, el ventero seguía la subasta de los kilos que quedaban, hasta que caía la segunda bola y así sucesivamente hasta terminar con la totalidad de los 3.000 kilos. El ventero, en este caso José Ángel Kerejeta, entregaba albaranes indicando los kilos y el precio a cada interesado (vendedor y comprador) escritos con pluma y tinta. Dice que “para hacer las cuentas no tenía calculadora, todo lo realizaba de cabeza” y hacía unas comprobaciones mentales basadas en un sistema muy personal.

Dice Kerejeta que, aproximadamente el año 1975, el sistema de las bo las de madera quedó anulado y fue sustituido por una especie de “reloj” o ruleta eléctrica, que instaló la casa “Fecha” de Madrid. Funcionaba con dos baterías y los pulsadores de los compradores eran electrónicos. Enton ces en el “reloj” se encendía el número del comprador.

Actualmente el sistema sigue siendo electrónico, pero existen unas pantallas digitales en las cuales aparecen señalados todos los datos referentes a la venta: nombre del barco, clase y calidad del pescado y kilos que se ponen a la venta. En otra pantalla se inicia digitalmente el precio establecido de inicio, que va bajando de céntimo en céntimo de euro, por ejemplo, si se inicia con 2 euros, sigue 1,99 / 1,98 / 1,97...., esta era la labor que el ventero José Ángel Kerejeta hacía de viva voz.

(Argazkiak: Manu Vazquez)(Argazkiak: Manu Vazquez)

El sistema del pulsador sigue siendo “secreto”, ningún comprador sabe en qué instante, cualquiera de los otros compradores pulsa el botón.

Sustancialmente, las subastas de pescado siguen teniendo en la actualidad el mismo método de antaño, esto es, iniciar la venta con un precio más o menos elevado e ir depreciándolo hasta que sea aceptado por un comprador. Si bien, reiteramos, el desarrollo de la subasta es similar al de hace más de un siglo, los cambios sociológicos y tecnoló gicos han sido muy relevantes. Los pescadores y el personal del puerto cuentan ahora con medios que hacen más liviano su trabajo. Los dispositivos para manipular el pescado, tanto en el interior del barco como en su traslado a las lonjas, han reducido fundamentalmente la labor manual de antaño.