Operaciones finales

A continuación el forjador pasa a rematar y acabar definitivamente los ángulos de la pieza, lo que efectúa  manualmente y con la ayuda de otra persona. Para ello, coloca la pieza sobre el yunque, sujetándola con una mano por medio de unas tenazas, mientras con la otra, coloca un martillo auxiliar en el lugar que desea deformar, mientras su ayudante golpea sobre él con una maza repetidas veces.

Seguidamente, pasan a perforar el agujero, donde colocará el eje o remache de unión de ambas piezas, lo que efectúa colocando un punzón sobre la pieza caliente y, golpeándolo con la porra a mano, hasta conseguir su penetración y perforación total.

El forjador elabora a continuación el remache, para lo que parte de una varilla del diámetro preciso y de la que una vez caliente corta un extremo, colocándola sobre el filo de la tajadera sujeta al yunque y golpeándola también con un martillo.

Terminada la anterior operación, monta la tenaza colocando una pieza junto a la otra e introduce  el eje o remache, y  apoyándola sobre el yunque lo remacha golpeando con el martillo por ambos lados, sacando de esta forma dos cabezas anchas y redondeadas que mantienen definitivamente unidas las dos piezas.

Finalmente y con objeto de dar la forma definitiva a la boca y efectuar las correcciones finales a la herramienta así elaborada, la calienta de nuevo entre el carbón de la fragua y, a golpes de martillo y sobre el yunque, y utilizando como plantilla la pieza que la tenaza debe sujetar, remata su trabajo dejándola a la medida definitiva.

Entre operación y operación la pieza se ha ido enfriando, y se ve precisado de calentarla de nuevo en la fragua introduciéndola entre el carbón encendido, que siempre utiliza en pequeña cantidad para reducir en lo posible la molesta emisión de calor, al mismo tiempo que con una paleta lo agrupa en un pequeño montón en el centro del hogar.

Para la fabricación de la tenaza descrita, el forjador precisa de una hora y quince minutos y toda su labor la  realiza manipulando la pieza a mano y haciendo que ésta, calentada al rojo, reciba los golpes en el lugar apropiado, lo que determina a ojo, y por experiencia y conocimiento del oficio, estimando de esta forma la cantidad y el volumen de material que precisa para dar forma a cada una de las dos partes de la pieza, sin necesidad de añadir o eliminar material sobrante en ninguna de ellas.