Pedro Satostegui

Pedro Satostegui (San Sebastián 1940), hijo y nieto de plateros (Platería Satostegui en la calle Easo nº8, de San Sebastián), inició su aprendizaje de grabador a los 16 años con el que fue su principal maestro, el eibarrés, Federico Careaga, establecido en Rentería e hijo del conocido grabador Cayetano Careaga. Su aprendizaje de la técnica de grabado con buril de golpe o martillo, duroó tres años, acudiendo al taller por las mañanas para a las tardes estudiar, dibujo con los profesores Vicente Cobreros y Jesús Gallego, y modelado en barro con José Lopetegui, en la escuela de Artes y Oficios. Estas clases las compartía con otros jóvenes que se estaban iniciando en las artes de la pintura y la escultura. A los 19  años inició, en el mismo taller de su maestro Careaga, el aprendizaje del oficio de cincelador-repujador.

Durante varios meses, amplió conocimientos en el importante taller de platería de D. García, en Madrid, proveedor de su familia. En la sección de cincelado, perfeccionó esta técnica de la mano del maestro José Chicharro, quien al jubilarse le regaló todas sus herramientas entre las que se incluían numerosos cinceles de repujar y el martillo que había usado durante unos cuarenta años en el desempeño de su profesión, y en cuyo mango, de madera, había tallado unas artísticas formas.

Pedro Satostegi Luis Maria Lafuente SetienEl grabador Luis María Lafuente Setién ante su mesa de trabajo. (Foto J.M.I. Octubre 2002).

Hay que mencionar que Pedro Satostegui recuerda con respeto, las figuras y las enseñanzas de Careaga y Chicharro, a quienes llama maestros.

Establecido por su cuenta, con taller en su domicilio, realizó durante años trabajos que le enviaban de la Platería Satostegui, que por aquellas fechas realizaba encargos a cinco grabadores independientes. Posteriormente también fue proveedor de otras platerías, joyerías y relojerías de San Sebastián.

Aunque inicialmente realizaba trabajos tanto de grabado como de cincelado- repujado, los encargos que requerían esta última técnica eran muy reducidos por lo que la abandonó al poco tiempo y se centró en la primera de las actividades mencionadas.

Grababa, siempre de encargo, placas de  oro, plata, platino, alpaca o latón, con dedicatorias y homenajes para regalos de empresa, bandejas, relojes en su parte posterior, anillos, trofeos y cuantos trabajos similares le encomendaban.

En estas tareas no solo se incluían letras, sino que frecuentemente se añadían imágenes. Entre las que recuerda haber realizado sobre plata destacan la basílica de Aranzazu, el Ayuntamiento de Bergara o la iglesia del Antiguo de San Sebastián, y en especial la placa que las Juntas Generales de Gipuzkoa regalaron a José Miguel de Barandiaran en la que representó el caserío del que era originario, además de una copia fiel de su partida nacimiento, el escudo de Guipúzcoa y la dedicatoria.

Ha sido de los pocos artesanos que para la fijación de las piezas pequeñas han usado una gran bola giratoria de acero que utilizaba siempre para grabar, repujar y cincelar. Para ejecutar esta labor sobre elementos grandes (bandejas, entre otros) se sujetaban en una especie de caja de madera con pez en su interior y apoyada sobre la mesa. Así mismo ha preferido el uso del buril a martillo que el de mano. La utilización de esta bola y la técnica de buril de martillo puede tener relación con que su maestro fuera originario de Eibar, población en la que su uso estaba muy extendido, entre los damasquinadores. Estos útiles eran propiedad de los artesanos, que realizan incrustaciones de hilo de oro sobre metal siguiendo otra técnica de ejecución y obteniendo bellos trabajos.

Pedro Satostegui realizaba el diseño y la composición de sus obras, a partir de una idea inicial que el cliente le daba y que seguidamente desarrollaba. Frecuentemente grababa iniciales entrelazadas, utilizando distintos tipos de letras (gótica, inglesa, romana, etc.), para lo que disponía de libros con los que se orientaba. También se guiaba para plasmar imágenes de fotografías y reproducciones.

En muy pocos casos firmaba sus obras, ya que las joyerías que se las encargaban no deseaban que el cliente conociera su procedencia, lo que ocurría también al resto de los grabadores.

Hacia 1973-74, comenzó a escasear el trabajo y Pedro Satostegui, con 34 años, casado y con hijos, estimó que el oficio de grabador no tenía futuro, “como grabador no se podía vivir”, y cambió de actividad profesional, aunque en sus ratos libres siguió realizando algunos trabajos.

GrabadorPara el grabado de piezas de joyería se utiliza preferentemente la técnica de grabado al aire, consistente en manejar y controlar el buril o herramienta únicamente con la mano del artesano. (Foto J.M.I. Octubre 2002).