El montaje y reparación de redes

El montaje

Las redes de cerco están compuestas generalmente por cinco tipos de paños hasta unos 135 por arte, llevando cada barco dos unidades a bordo. Cuando deben confeccionar uno nuevo, solicitan todos sus componentes a una empresa portuguesa que anteriormente estuvo en Huelva aunque en el mercado existen otros proveedores.

Una vez de que disponen de todos los componentes del arte proceden a su montaje lo que requiere habilidad en el manejo de los medios utilizados desde agujas hasta tijeras o el poste para sujetar la red. Esta operación solo es posible hacerla con eficacia cuando la redera cuanta con dilatada experiencia.

Las reparaciones

Cuando la clase de reparación que requieren las redes lo aconseja, las rederas suben a bordo de los buques donde llevan a cabo la recuperación necesaria.

Generalmente tras bajar la red del barco a tierra se traslada el arte en un camión al lugar adecuado donde se procede a extenderla para facilitar la detección de las partes a reparar, en muchas ocasiones roturas. Sentadas sobre pequeñas banquetas en incómodas posturas realizaban un trabajo totalmente manual cosiendo las partes que lo requieran hasta lograr una red apta para la pesca. Actualmente, como ya hemos señalado anteriormente las condiciones de trabajo, al menos en algunos puertos, han mejorado sustancialmente. Algún trabajo, como la colocación de los flotadores que van en la parte superior del arte, lo realizan los pescadores.

Reparando redes. (Fotografía Javier Carballo)Reparando redes. (Fotografía Javier Carballo)

Los intentos de mecanizar el trabajo de las rederas no han tenido éxito a lo que también contribuye la reducida remuneración de las que trabajan en esta actividad.

Las hermanas Rufina y “Primi” Irigoyen manifiestan haber conocido cambios importantes en las redes de cerco y en los usos para su elaboración o reparación.

En el pasado las redes tenían un valor económico muy grande, al punto que podían entrar como bienes patrimoniales en la dote de una muchacha casadera: en 1644 Catalina de Segura, viuda de Domingo Yerobi, entregó a Joanes de Lerchundi tras desposar a su hija Catalina siete redes de pescar sardinas: dos pequeñas nuevas (de 18 y 14 duc. respectivamente), otra grande (11 duc.), dos “somallas” (a 12 duc. cada), una “somalla larga entrallada” (15 duc.) y otra “somalla entrallada” (9 duc.).

(Fotografía Javier Carballo)(Fotografía Javier Carballo)

Mayor coste tenían las “rastras” que eran redes de lancha provistas de todos sus aparejos, así como tinas para salar el pescado. Para su adquisición y explotación los arrantzales formaban asociaciones como la creada en 1834 por los oriotarras José Mª Claesens, Miguel Antonio de Tellechea y Juan José de Olaizola, junto con el vecino de Getaria José Antonio de Aizpuru.