Los toques

Los toques se han llevado a cabo de diversas formas, desde el golpeo de la campana llamada fija por el badajo, atado a una cuerda o a un sistema de palos manejados por el campanero, o las más grandes, que pueden voltearse a mano, agarrándolas por los bordes (labios) o tirando de cuerdas atadas a una excéntrica que pueden estar alejadas, controlando los movimientos para aprovechar la fuerza de la propia campana al girar sobre el eje del yugo.

Antxon Aguirre Sorondo, nos recuerda que los toques en nuestro país, eran consecuencia de las costumbres tradicionales, con singularidades locales, que siempre tratan de resolver necesidades, de transmitir informaciones específicas. Lógicamente cada campana, por sus características, produce sonidos diferentes que se identifican con hechos concretos. También era frecuente el repique armonioso de varias a la vez.

Los estudiosos de los toques en iglesias españolas afirman que su número varía entre seis, en pueblos pequeños, hasta cien en las ciudades grandes. Muchos de ellos no son conocidos entre nosotros, por no tener la necesidad que la campana trata de resolver. Pueden citarse, el de la llamada a los cazadores para que se despierten (en Castilla), o el del dula (en Aragón) que anunciaba la salida del pastor comunitario y el de compra-venta (Cataluña).

Pepita ZabalaLa campanera Pepita Zabala Insausti en Mayo de 1988 (Cedida por Antxon Aguirre Sorondo)./span>

Los más habituales en nuestro País, eran los tres toques diarios (al amanecer, al mediodía y al atardecer), llamados del Ave-Maria, que recordaban la obligatoriedad del rezo. La costumbre de parar al mediodía los partidos de pelota más importantes para rezar el Ángelus, parece obedecer a esta costumbre tradicional. Los toques anunciando muertes eran distintos para hombres, mujeres y niños, y en este último caso, se utilizaba la "txillintxa", una campana pequeña situada encima de la sacristía, cuyos toques eran de gloria, al igual que durante las procesiones, o por la presencia de autoridades eclesiásticas o civiles, aunque también se utilizaba para llamar a los fieles a los oficios menores. Los tañidos de rebato, en casos de fuego o cualquier otra emergencia (que en su día pudieran ser la presencia de bandoleros), para que los vecinos acudan al Ayuntamiento o Iglesia.

En el pasado (antes de la difusión de los relojes), también había toques para avisar que era domingo o fiesta de guardar y para el inicio de los obligatorios trabajos de auzolan o vereda (obras de interés comunitario, entre otros, arreglos de caminos y muros). También se utilizaban las campanas en los pueblos marineros, para ayudar a las embarcaciones a entrar en los puertos en los casos de nieblas intensas, así como para anunciar la llegada del granizo, por la creencia de que el sonido de las campanas "partía las nubes", defendiendo de esta manera las cosechas.

En algunos pueblos navarros (Lapuente Martínez.L.: Estudio Etnográfico de Améscoa, cuadernos de Enología y Etnografía. Navarro Nº 8), a mediados del siglo XIX, se ordenaba al sacristán: "Tocará las campanas a las Ave-Marias, por la mañana, mediodía y noche y para todas las funciones de Iglesia como también a nublado, hasta tanto que haga falta al Ministro, que conjurase; como igualmente las tocará en las demás ocasiones, que hasta aquí han acostumbrado los Sacristanes anteriores de esta Parroquia".