Troquelistas de forja

La utilización, por los herreros, de sencillas estampas para dar formas aproximadas a los materiales, fue una técnica muy utilizada y extendida en el pasado.

Básicamente consistían en dos trozos de acero, cada uno de ellos con la mitad de la figura de la pieza a conseguir grabada en vacío. Uno de ellos disponía de un vastago que se introducía en el agujero del yunque donde iba apoyado, sobre él se colocaba el hierro a conformar, calentando en la fragua al rojo y sobre éste se situaba la otra estampa sujetada a mano por medio de un mango de madera.

El herrero golpeaba, con el martillo sobre la estampa superior obteniendo de esta manera la pieza con la forma deseada. Estos útiles los fabricaba el propio herrero a martillo y a lima.

Este sistema se extendió a las primeras industrias y así en un inventario del último tercio del siglo pasado de la fábrica de armas Euskalduna de Placencia, aparecen importantes cantidades de estampas para obtener manualmente las piezas.

Con la aparición en Europa de los martillos mecánicos a mediados del siglo XIX y el incremento del tamaño de las series, surgió, en el forjado, la necesidad de fabricar estampas mayores y más complejas que las utilizadas hasta entonces, lo que exigía útiles más duraderos.

La elaboración de estas estampas o troqueles dio origen al oficio de "troquelista de forja".