En busca de la seguridad

El desplazamiento de los trabajadores a los lugares de trabajo “el tajo” se llevaba a cabo, generalmente, andando a lo largo de la vía.

Con frecuencia acudían a la caseta correspondiente de donde sacaban la mesilla que colocaban en la vía entre varios obreros y sobre la que depositaban las herramientas y material de repuesto necesario, tornillos, traviesas, etc., para la labor del día y avanzaban por la vía empujándola caminando sobre los raíles.

Una imagen frecuente era la de todos los componentes de la brigada, sobre la mesilla (lo que estaba prohibido por el reglamento), unos sentados a los bordes de ella con las piernas hacia el exterior, otros de pie, en el centro herramientas y material y los pequeños cestos de la comida, desplazándose a cierta velocidad cuesta abajo, sin más elemento de control que una palanca de madera que aplicaban sobre una de las ruedas para detener el vehículo.

El trabajo sobre la vía, sin interrumpir el tráfico de trenes suponía riesgo de atropellos, al tiempo que la vía debía ser reparada de forma que no se interrumpiera el tráfico.

Para avisar de su situación a los trenes, la brigada colocaba banderines de tela verde en ambas direcciones a una distancia establecida por el reglamento desde la zona de trabajo, así como un letrero con la leyenda “obreros, silbar”.

La utilización de petardos, carcasas de latón rellenas de pólvora, que se colocaban sobre los rieles y que explotaban al ser pisados por las ruedas del tren que se aproximaba advirtiendo de su presencia, eran otro de los medios utilizados.

Al percibir estos avisos los obreros se retiraban a ambos lados de la vía, para tras el paso del tren, que habitualmente reducía su velocidad, volver a su trabajo.

Especial atención requerían los trabajos de reparación de la vía en el interior de los muchos túneles de vía única existentes, en los que por su estrechez existían garitas excavadas en los laterales, situadas al tresbolillo y pintadas con cal para ser visibles con mayor rapidez, donde los obreros se refugiaban ante la aproximación de un tren.

En el interior, se alumbraban inicialmente con candiles de aceite y más tarde de carburo colgados de las paredes o sobre el mismo suelo.

Línea de LezamaLas lluvias del 11 de noviembre de 1.932 produjeron grandes desperfectos en la línea de Lezama, cerca de Bilbao, que los calzadores tratan de arreglar.