Limpieza de alcantarillas

El vecindario estaba obligado al paso del barrendero, que todavía los años treinta y cuarenta se anunciaba con toques de corneta, a entregarle en cajas cerradas (que siempre se recuperaban) las basuras "de sus respectivas casas prohibiéndose terminantemente depositarlas en la calle", aunque se permitía hacerlo dentro de los portales.

En los presupuestos municipales de los años 1932/1935 en un municipio guipuzcoano de 3.500 habitantes se retribuía a cada uno de los dos barrenderos existentes con 1.900 ptas. al año mientras los "gastos del carro, burro y depósito de basuras" subieron de 425 a 1.390 anuales.

Los barrenderos en ocasiones realizaban la limpieza periódica de las alcantarillas, construcciones subterráneas de manipostería que muchos pueblos guipuzcoanos llevaron a cabo en los años 1920/30. Se trataba de un trabajo especialmente sucio y peligroso que había que realizarlo en la oscuridad ayudado por linternas y casi siempre en medio de bandadas de roedores de notable tamaño.

La entrañable figura del barrendero tradicional, fue desapareciendo al mecanizarse su trabajo aunque todavía siguen limpiando las calles con su inseparable escoba de brezo en pueblos rurales poco poblados. El oficio en condiciones actualizadas sigue vigente habiéndose incorporado al mismo las mujeres durante las últimas décadas.