El aprendizaje

Los sastres se han inicia­do tradicionalmente en el oficio desde casi su niñez primero como recadistas, después como aprendices y más tarde a medida que iban adquiriendo los conocimientos y las habi­lidades necesarias en el oficio como oficiales y maestros.

Estos maestros tomaban aprendices para que les ayudaran en el trabajo, haciendo labores sencillas, con baja remuneración, a cambio de enseñarles la profesión. La primera tarea era la de pasar hilos y "picar" solapas y cuellos, al objeto de endurecer la zona, colocando refuerzos entre la tela exterior y la interior, uniéndolas por pequeñas puntadas en toda su superficie. Con esta labor "cogían mano" y rapidez.

Dominado este trabajo pasaban a hacer "liguetas", tarea de aprendiz adelantado, consistente en colocar, cosiéndola a mano, una especie de cinta que tapa los cantos de la tela. Aunque actualmente se utiliza la ligueta adhesiva, la cosida a mano se considera como un indicador de prenda bien hecha. La siguiente actividad (hilvanar o ir poniendo en posición y sujetando una con otra la tela exterior y la entretela o interior, pasando unos hilos entre ellos) ya presentaba mayores dificultades y requería alguna experiencia.

Según avanzaban en el conocimiento del oficio los aprendices pasaban a la categoría de oficiales, ocupándose entonces de otras labores más complejas como forrar las piezas y el remate de la tapa, así como el cosido de las mangas, hombreras y piezas similares.

Hasta los años cincuenta, los aprendices debían acudir al taller llevando su propio dedal, tijeras y pequeña banqueta, pasando a partir de esta fecha a aportar sólo las tijeras y el dedal.

El aprendizaje

JostundegiaTaller de sastrería en 1922 (Fototeka Kutxa).