Los pescadores

Una de las escenas que queda en el recuerdo de los mayores es la pesca desde casa o del lugar de trabajo, lo que era posible siempre y cuando coincidiera enfrente un pozo de cierta profundidad. A la caña se le sujetaba una campanilla que avisaba cuando se producía la picada, momento en el que se dejaba la ocupación o el trabajo que se estaba realizando para acudir presuroso a ver el resultado.

Los pescadores de río tradicionales de nuestra zona, han sido generalmente personas amantes de la naturaleza "a su manera", guardando una cierta relación con los pescados de mayor tamaño que no se dejaban atrapar y que ellos perseguían con mucha perseverancia. Aunque parezca mentira se recuerda en Elgoibar como en 1949 se pescaron varios barbos de más de 5 kgs. cada uno hasta uno de 6,250 grs. También se cita una anguila de 3,35 kgs. El médico Antonio Arrillaga llegó a pescar, junto al viejo matadero de Elgoibar en la Magdalena, "amabi dozena loina arraltzalde batían" (doce docenas de loinas una tarde).

Inazio RetolazaIgnacio Retolaza pescando en 1967 los últimos barbos del río Deba a su paso por Elgoibar en la presa de San Antonín.

La contaminación seria del Deba, empezó hace unas tres décadas. Santiago Iriondo Gabilondo conocido como Santi Apraiz, uno de los mejores pecadores del Deba, cuando le reprochaban, más o menos jocosamente, sus actividades furtivas, en aquella época ya sentenció "Santi Apraizek hibaia mejoratu egiten jok: nik arrain tontuenak arrapatzen jai-txuak. Badator hor goitik hibaia galduko duen haibat zikinkeri" (Santi Apraiz medjora el río, los peces que coge son los más tontos. Ya viene de la parte alta del río la suciedad que lo va a matar).

Los pescadores también guardaban ciertas "normas" con los encargados de vigilar el río, los últimos años la Guardia Civil, cuyos recorridos conocían perfectamente. Ramiro Larrañaga recuerda que cuando una cuadrilla practicaba la pesca en el río, no faltaba el ciclista que se encargaba de recorrer sin parar en ambos sentidos, el tramo de carretera por donde podían llegar los vigilantes, a fin de avisar a los pescadores la próxima llegada de los guarda-ríos. También era práctica habitual que los caseríos de las proximidades invitaran y entretuvieran a los que hacían la ronda, avisando al propio tiempo a los pescadores.