El proceso de restauración

La demanda de restauración de relojes proviene principalmente de coleccionistas del entorno o de otros lugares, junto con la Iglesia y la Administración Pública titulares de un importante patrimonio cultural de estos bienes, en el que destacan los de torre. También requieren su intervención propietarios de piezas valiosas utilizadas con frecuencia para ornamentación.

Hay que recordar que las características principales de la restauración son su complejidad y la gran responsabilidad de los restauradores, por las graves consecuencias que puede tener su trabajo sobre todo cuando trata de recuperar bienes irremplazables, en ocasiones únicos, y de gran valor histórico y/o cultural.

Es importante recalcar que en la restauración se tiene que realizar un trabajo artesanal que básicamente consiste en devolver al reloj su estado original de construcción. Si es posible se utilizan materiales de la época en que se elaboró, aunque pueden fabricarse las piezas necesarias con los medios actuales, cumpliéndose la máxima de que "a mejores medios mejores resultados".

El proceso se inicia con el examen de la pieza en su conjunto y posteriormente de forma pormenorizada, con lo que el restaurador en base al bagaje de conocimientos históricos, tanto a nivel artístico-estético, como de orden técnico y tecnológico, puede situar el reloj en un espacio geográfico (país de origen) y en un tiempo (siglo e incluso década). De la misma manera puede observar si tiene añadidos a su construcción original, consecuencia, generalmente, de alguna reparación.

El siguiente paso a llevar a cabo, consiste en desmontar el mecanismo, observando detalladamente cada uno de sus componentes para comprobar sus desgastes o fatigas del material y poder tener una apreciación exacta del alcance de la intervención, todo lo cual permite evaluar el coste de la restauración, puesto que siempre hay "vicios ocultos" que en una primera toma de contacto no se aprecian.

Juan Cruz Gutierrez

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Una vez aceptado el presupuesto se lleva a cabo la restauración del mecanismo, comenzando por su limpieza, siendo importante evitar cualquier alteración, es decir, solo limpiar, no limar, ni lijar, ni rascar las piezas. Hay tratamientos que en su origen se aplicaron a las piezas, como el dorado al mercurio, sobre el que si se actúa de forma agresiva, incluso con un simple limpia-metales, puede producir un deterioro e incluso la pérdida del citado color.

En este caso concreto se obtienen unos excelentes resultados limpiándolas con líquidos que ofrece el mercado, preparados para este fin y cuyos componentes básicos son amoníaco, jabón neutro, agua y ácido oleico, en proporciones muy precisas. Es destacable la importancia de utilizar productos específicos dependiendo del material sometido a limpieza.

Juan Cruz señala que cuando se limpian estas piezas de dorado al mercurio o de latón, deben de estar sumergidas en el líquido puesto que, en caso contrario, sus vapores, combinados con el aire, oxidan las piezas, lo que dificulta obtener el resultado deseado. Una vez limpias se procede al aclarado con abundante agua para eliminar los productos utilizados, procediéndose a su posterior secado. En ningún caso puede realizarse esta operación por evaporación y debe llevarse a cabo a temperatura no superior a 50 grados.

Una vez limpio el mecanismo se pasa a la verificación del mismo, entre otros, desgaste de uso (de ruedas, centros de giro de las mismas), desajustes por intervenciones anteriores, por causas naturales como el agua, o accidentes.

Se continúa con la restauración elaborando, en caso necesario, centros de rodaje nuevos, rectificado de los pivotes de los ejes de rodaje, ajuste de las palancas, entre otros, lo que requiere gran precisión, pues de este trabajo depende, en buena medida, el resultado final de la intervención. Un mal trabajo hará que el mecanismo no funcione correctamente, perdiendo fuerza el tren de rodaje y se "pare" el mecanismo, teniendo en cuenta la premisa de que un tren de ruedas de un reloj es un tren multiplicador. La primera rueda motriz se encarga de dar el movimiento al resto, multiplicando su velocidad y número de giros, disminuyendo por ende la fuerza motriz inicial. Por ello es fundamental evitar al máximo las pérdidas de fuerza motriz.

El restaurador afirma que es frecuente encontrar en reparaciones realizadas de forma poco profesional un aumento de fuerza motriz (de peso de las pesas) para mantener la fuerza motriz necesaria para la marcha, lo que produce daños a veces irreversibles del tren de ruedas.

Una vez realizadas de forma pormenorizada estos trabajos, se pasa al montaje, engrase y verificación del funcionamiento del reloj restaurado.