Restauradores de relojes

Los relojes han desempeñado un papel muy importante en todas las civilizaciones, al responder a la necesidad de los hombres de medir su tiempo, para lo que han utilizado diversos ingenios como los llamados de sombra, los de clipsira o de agua, los de arena o de sol, conocidos también como cuadrantes o piedras horarias.

A partir del siglo XI se inicia una nueva era con la invención de los relojes mecánicos, que utilizan ruedas y piñones, conjugando conceptos físicos y matemáticos para su construcción y funcionamiento precisos. Los avances tecnológicos aplicados a los metales y herramientas utilizados, permitieron elaborar algunos relojes que hoy son considerados como auténticas joyas de arte.

Entre los siglos XIV y XV se generalizó en Europa el uso de relojes públicos, llamados también "de torre" o "de ruedas", que se instalaron sobre todo en las iglesias. Inicialmente fueron "sonoros", es decir, que emitían únicamente campanadas para indicar la hora, hasta que se les aplicaron las esferas en las que además señalaban sus fracciones con una sola aguja. Posteriormente se añadió una segunda para indicar los minutos y con el transcurso del tiempo se han ido introduciendo las innovaciones más insospechadas, entre otras autómatas, indicaciones de hora civil y sideral, sonerías complicadas, llamadas de carillón e indicadores de fases lunares.

Fabricados de hierro casi en su totalidad inicialmente fueron los herreros, que dominaban la técnica para la transformación de este material, los encargados de su construcción. Con el transcurso de los años los especializados en esta actividad fueron los maestros relojeros, que además se ocupaban de su mantenimiento y que solo excepcionalmente simultaneaban su oficio con otras ocupaciones.

RelojReloj antiguo construido por Yeregui. (Foto Javier Carballo).

En el Pais Vasco con una gran tradición en la obtención y transformación del hierro en los productos que se han demandado en cada época, fue notable el número de cualificados maestros relojeros, transmitiéndose de padres a hijos durante varias generaciones, los conocimientos que requería este oficio.

De entre la notable nómina de nuestros maestros relojeros, pueden destacarse, entre otros, a los Marigorta de Elgoibar, los Yeregui de Zumaya o los Múrua de Vitoria.

Estas circunstancias han hecho que el País Vasco cuente con un notable número de relojes construidos en el pasado, de la que una parte constituye un patrimonio cultural de gran valor.

Anteriormente era habitual que la construcción, instalación y mantenimiento de un reloj de torre, que era una inversión importante para la época, se regulara mediante contrato suscrito ante escribano público, por una parte por concejos o cabildos parroquiales como clientes y, por otra, por los maestros relojeros, como constructores de estos bienes. En dicho contrato con frecuencia se detallaban las principales características técnicas del reloj a construir y se acordaba que el pago fuera en tres partes iguales, la primera al comenzar la fabricación, la segunda al ser instalado y puesto en funcionamiento y la tercera una vez transcurrido el periodo de garantía y siempre que otro maestro relojero certificara que su ejecución y funcionamiento eran acordes con lo pactado.