La producción industrial

En nuestro país, durante la guerra civil, Marcial Ucin fabricó hoces en Azpeitia. Hijo y nieto de herreros,  dominando este oficio, puso en marcha su propio taller en el lugar que hoy ocupan las oficinas de la empresa que posteriormente fundó y ha tenido un gran desarrollo.

Hacia 1930 ya se dedicaba a la fabricación de maquinaria agrícola, siendo la grada tipo canadiense, uno de sus principales productos, disponiendo en su taller de dos fraguas, varias prensas, martinete y taladros, entre otras máquinas, en las que se ocupaban hasta treinta trabajadores. Al iniciarse la guerra en 1936, los fabricantes de La Solana, principales proveedores del mercado español, quedaron en zona republicana, lo que ocasionó el desabastecimiento de esta necesaria herramienta en la zona contraria, en la que se encontraba Azpeitia, circunstancia que, unida a la posibilidad de adquirir en Altos Hornos de Vizcaya un lote de acero laminado especialmente para los fabricantes manchegos y que había quedado inmovilizado por los motivos mencionados, indujeron a Marcial Ucin a fabricar hoces.

El material adquirido, en forma de llanta, tenía ya la sección triangular, con uno de sus ángulos muy agudo, similar al de la hoja de la hoz. Tras cortarlo en trozos de la longitud necesaria, se calentaba en la fragua y se estiraba en uno de sus extremos  golpeándolo con un martinete mecánico, obteniendo en él una espiga aguzada que serviría de mango.

Seguidamente curvaban la lámina en caliente, y valiéndose de un útil, Pedro, hijo de Marcial, los transportaba a Elgoibar en el autobús de línea, en donde en el taller de Benito Unzueta fabricante de limas, se picaba el filo, utilizando la máquina que este último disponía. Se obtenían de esta forma hoces dentadas, único modelo que se fabricó. Se finalizaba el proceso  introduciendo  un mango de madera, fabricado en las instalaciones de Juan de Garai de Oñate, conocido fabricante de paraguas en la época. Estas herramientas se vendían en el entorno, a comercios de Bilbao e incluso, a la zona norte de Castilla.

BaserritarraBaserritarra trabajando con la guadaña, protegido con el clásico saco de arpillera.

Finalizada la contienda en 1939, los fabricantes de La Solana volvieron a estar en condiciones de suministrar sus productos en todo el territorio español, lo que indujo a Marcial Ucin a abandonar la fabricación de este apero agrícola.

También en Azpeitia, Ramón Ucin, hermano del anterior, hijo de herrero y continuador en la explotación de la fragua familiar ubicada junto al caserío Ondar-Azpi, fabricó hoces, al menos en la década de los años cuarenta del siglo XX, hasta cesar en esta producción unos veinte años después.

Este herrero se especializó en la construcción y reparación de aparatos agrícolas, rejas para arados, hoces, hojas de guadañas y tajamatas, con el nombre de Talleres Rugui.

Para la fabricación de hoces, partían de llanta o pletina delgada, e incluso de chatarra en épocas de gran escasez de materiales, calentándolas en la fragua y posteriormente en hornos de fuel-oil, la curvaban progresivamente a mano  guiándose de una plantilla. Tras templarla estimando la temperatura a ojo y enfriando las herramientas en aceite, las afilaban a mano, utilizando piedras circulares de arenisca, que adquirían en las canteras de Igueldo, refrigeradas con agua para evitar que el acero de la hoz se calentara y perdiera dureza.

En este taller fabricaron varios modelos de hoces, que se utilizaban principalmente para cortar trigo, vendiéndose en la comarca y en Asturias, a donde enviaban por ferrocarril, siendo frecuente que muchos clientes fueran al mismo taller a comprar herramientas.

Su hijo Benigno Ucín Juaristi (1944), trabajó en la empresa familiar desde los catorce años (1958), hasta mediada la década de los años setenta del siglo pasado, en que cesó totalmente la fabricación de estas herramientas.