Los muebles de madera, es decir los enseres movibles construidos con este material, han sido empleados por los hombres desde la antigüedad para hacer más cómoda su vida, sin que, como ocurre con otros muchos objetos, se sepa con seguridad la época y el lugar de su primera utilización, aunque generalmente se atribuye a los egipcios el protagonismo inicial.

Lo cierto es que cada pueblo ha reflejado en los muebles las concepciones culturales y artísticas dominantes en cada época en su entorno, creando estilos que han perdurado hasta nuestros días. Estas circunstancias hacen que estos bienes puedan tener un gran valor histórico, artístico y sociológico, siendo notable el patrimonio del País Vasco formado, en no pocas ocasiones, por verdaderas obras de arte.

Sin embargo los muebles como los demás bienes están expuestos a deterioros de diversa consideración, no solo por el uso al que puedan estar sometidos, sino, entre otras causas, por las fluctuaciones bruscas de la temperatura y la humedad que afectan negativamente a la madera (deformaciones, agrietamientos, pérdida de elasticidad) la biodegra-dación por la presencia de xilófagos y hongos, la acción contaminante debido a los productos químicos corrosivos, así como a la suciedad y el polvo que generalmente llegan por el aire, así como la luz o los desastres como los incendios y las inundaciones.

Mueble de nogal tallado a mano después de su restauración el 2003 en RestaurArte.