Tres plateros

Uno de los cinceladores del taller de platería Satostegui fue Javier Calavia García. A los 14 años inicio su aprendizaje como cincelador y repujador de platería, junto con otros varios jóvenes de su misma edad en La Industrial Orfebrera, de Bilbao, empresa en la que hacia 1950-60 trabajaban del orden de 35 artesanos.

Después de la jornada laboral de ocho horas, acudían otras dos a la Escuela de Artes y Oficios a estudiar dibujo y modelado con barro y plastilina. Tras cuatro o cinco años de aprendizaje, tiempo que se consideraba necesario para el conocimiento y dominio del oficio, fue ascendido a la categoría de oficial de segunda. Posteriormente, en 1960, se incorporo al taller de platería Satostegui de San Sebastián, donde ha transcurrido todo el resto de su vida profesional hasta su reciente jubilación.

Este artífice realizaba placas conmemorativas, labor que incluía desde el diseño y dibujo original, primero a papel y luego sobre la placa, hasta la ejecución material de toda la pieza por métodos totalmente manuales. En las mismas se representaban textos e imágenes que unas veces iban solamente cinceladas y otras además repujadas para dar relieve a las figuras a las que seguidamente se grababa el texto deseado, incluyendo con frecuencia  firmas que imitaba a partir de las originales. También los escudos heráldicos eran muy demandados. Así mismo  realizaba labores de repujado y cincelado sobre otra gran variedad de objetos elaborados en el taller.

SatostegiEl mismo artífice cincelando otra pieza. Obsérvese como sujeta con sus manos el martillo y el cincel, así como la pieza trabajada que se encuentra apoyada sobre un recipiente relleno de una masa de pez que le hace de "cama" y que el artesano puede orientar según sus necesidades. Foto cedida por la Diputación Foral de Gipuzkoa. Patrimonio .

Debemos destacar entre sus realizaciones las Conchas de Oro que se entregaban como premios en el Festival de Cine de San Sebastián. Javier Calabia ejecutaba estas piezas de forma totalmente manual, a partir de una lamina de oro a la que iba dando la forma cóncava propia  por medio de golpes de cincel de repujar y martillo, sacando de la misma forma los nervios y por cincelado las sirenas y otros motivos que completaban el trofeo, dejándolo totalmente terminado a falta solamente se su pulido final, para lo que precisaba del orden de 20 horas de trabajo por cada concha.

El material que utilizaba era chapa de oro de 20 kilates, pues el de 18, de menos pureza, habitualmente utilizado en muchos trabajos se agrietaba debido a la importante deformación a la que se le sometía.

Otros dos plateros son José Luis Aparicio, especialista forjador, y Jorge Martínez Corral, que se incorporó al taller de Satostegui como aprendiz en 1971, a la edad de 14 años. Tras cinco de aprendizaje consiguió la categoría de oficial en la especialidad de “pulidor”. Actualmente ambos continúan desempeñando su profesión en la platería Sucesores de Satostegui restaurando piezas, eliminándoles las abolladuras que puedan presentar trabajándolas a mano con martillos de diversas clases y puliéndolas. Además recuperan el metal de su superficie por medio de baños electrolíticos, volviendo de esta forma a tener su forma y brillo originales.